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Intervenciones de destrucción masiva

Zapatero y los suyos están explotando la crisis –que han negado hasta antes de ayer– para comerle el terreno al PP y negarle un discurso alternativo a cualquier oposición, particularmente desde el lado conservador.

¿El final del mundo y del capitalismo? Eso parece que ha desencadenado la actual crisis de liquidez del sistema financiero y las respuestas apresuradas de los gobernantes a uno y otro lado del Atlántico. Para la izquierda no cabe duda: esta es la venganza del marxismo, para los más tradicionalistas, de Keynes, para su versión más socialdemócrata, o de Chernienko, para los vetustos del todo. En todo caso, como ha pontificado el insigne locutor vasco-español, Iñaki Gabilondo, "esto es para el capitalismo como la caída del muro de Berlín fue para el socialismo". A saber, el fin.

Sin embargo, el auge de la mitología anti-capitalista tiene mucho menos que ver con la realidad y profundidad de la crisis financiera que con el silencio apopléjico del centro derecha. De golpe y porrazo los conservadores de medio mundo, y especialmente en España, se han quedado sin discurso y han hincado sus rodillas en señal de mea culpa. Pero esta crisis nada tiene que ver con las políticas liberales y mucho menos con las neoconservadoras, que diría Pepiño Blanco. Pese a lo cual se asumen todas las recetas intervencionistas, pro-estatistas, injerentes y profundamente anti libre mercado, como si fuera la solución natural al problema. Cuando no lo es.

En una pirueta histórica, la izquierda pasa de defender a Robin Hood y su peculiar política redistributiva, para convertirse en lo opuesto, en los ladrones que roban a los pobres para engrosar las arcas de los ricos, pues eso y no otra cosa es el plan de rescate de la banca y los subsiguientes impuestos que todos iremos pagando de a poquito. ¿Demagogia? Sí, pero es que el discurso de la izquierda no es más que demagogia.

Zapatero y los suyos están explotando la crisis –que han negado hasta antes de ayer– para comerle el terreno al PP y negarle un discurso alternativo a cualquier oposición, particularmente desde el lado conservador. En ese sentido, está utilizando la crisis y su mitología como un arma de destrucción masiva contra una derecha que en puridad debiera tener muchas cosas que decir, pero que lo único que se le ocurre es demandar que el presidente guerra-civilista esté sentado entre los miembros del G-20 para que se le escuche como decapita lo poco de libre mercado que tiene el sistema financiero.

Los complejos de esta derecha flácida, medio-opositora y pensionista también del aparato del Estado la llevan a una política de autodesarticulación ideológica vertiginosa. El tener que hacer por hacer y que se vea el interés en ello no puede obviar algunas cuestiones tan básicas como ¿va a funcionar el plan de rescate? O también, ¿en qué se diferencia el plan de Zapatero del americano? O ¿por qué América saldrá de sus crisis y España se hundirá más en la suya? Lástima que las diatribas del centro-derecha sea otras.

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