Menú
Emilio Campmany

Franceses por un día

Cuando a Bush le diga el francés que quiere que su silla la ocupe un español y vea que el español está dispuesto a ir bajo esta condición, concluirá que quién es él para impedirles hacer el ridículo de este modo.

Publica Le Figaro la imposible noticia de que el pequeño Napoleón cederá a nuestro Zapatero el asiento que corresponde a Francia como miembro del G-8. Sarkozy no tiene que renunciar a ir porque él está de todas formas invitado como presidente de turno de la Unión Europea.

De toda la vida, Le Figaro ha sido un periódico serio. De forma que debe ser cierto que estos dos chisgarabís, con el beneplácito de Gordon Brown, que es otro que tal baila, se están planteando recurrir a esta estrambótica solución para que Zapatero esté en Washington y se le pase la rabieta. Si finalmente va en estas condiciones, seremos, oh là là, franceses por un día.

A mí ya no me sorprende nada de lo que aquí ocurra. De forma que no me extraña que estemos dispuestos a que nuestro presidente se lo monte para ir a una cumbre donde, al no haber silla para España, se sentará en la de Francia. Puesto que hemos perdido todo sentido de la dignidad y ya apenas nos queda una brizna de respeto por nosotros mismos, no me admira que, no estando invitados como españoles, aceptemos ir como franceses. Y que eso lo apoye Rajoy y el mismísimo rey, tampoco me choca.

Ahora, que Francia y los franceses consientan que un español, por muy disgustado que esté con serlo, ocupe en una cumbre en Washington la silla que está reservada para Francia, eso sólo lo creeré cuando lo vea.

Es obvio que este invento que llamamos Europa se va definitivamente al garete. Nos hemos hecho a la idea de que muchos españoles sueñan con dejar de serlo. Sabemos que Bélgica está a punto de dejar de existir porque los flamencos quieren partir peras con los valones y viceversa. A nadie sorprende que los escoceses no deseen seguir formando parte de la Gran Bretaña. Y menos que los "padanios" ansíen desligarse de sus lejanos parientes del Mezzogiorno. Hasta hay un buen puñado de portugueses que están dispuestos a convertirse en españoles, no sé si para compensar que tantos de nosotros no queremos seguir siéndolo. Si los franceses han renunciado a su "grandeur" hasta el punto de dejarse representar por un español, es que los europeos estamos definitivamente perdidos.

Algunos pensarán como yo hice al principio que, por mucho acuerdo al que puedan llegar Sarkozy y Zapatero, Bush no dejará que el español se siente a su mesa como uno de los grandes porque se la tiene jurada. Es lo mismo que haríamos cualquiera si alguien que no ha sido invitado pretendiera colarse en nuestra fiesta con la excusa de que le invita otro que, estándolo, no irá. Pero, tras darle una vuelta al asunto, me ha parecido que cuando a Bush le diga el francés que quiere que su silla la ocupe un español y vea que el español está dispuesto a ir bajo esta condición, concluirá que quién es él para impedirles hacer el ridículo de este modo.

Ya que en el Palacio de Santa Cruz no queda nadie sensato, esperemos que alguien en el Quay d'Orsay acierte a impedirlo.

En Internacional

    0
    comentarios