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EDITORIAL

Recesión: más motivos para creer

Si ya no hay dudas de que estamos en recesión, tampoco debería haberlas de que, con los gobernantes que tenemos, no vamos a salir de ella durante muchos años.

Los académicos suelen definir recesión como dos trimestres consecutivos de retroceso del PIB. De esta manera, intentan evitar que lo que podría ser una caída transitoria de la renta se equipare con una ralentización seria y persistente de la actividad económica. El Banco de España señaló el viernes que el PIB de nuestro país se contrajo un 0,2% en el tercer trimestre de este año (lo que no ocurriría desde 1993), de modo que, en principio, todavía nos faltaría otro trimestre para hablar oficialmente de recesión. Sin embargo, podemos decir sin miedo a equivocarnos que España lleva ya varios trimestres en plena recesión.

Al fin y al cabo, nuestra economía lleva muchos meses paralizada, como demuestran el hundimiento de la actividad constructora, industrial y minorista y, sobre todo, el espectacular aumento del desempleo. Si con recesión quiere dar a entenderse algo así como "economía en decadencia", España cumple con casi todos los requisitos: el cadáver está muerto aun cuando no se haya levantado oficialmente el acta de defunción.

Ante esta dramática situación –que tiene escasos visos de revertir– el Gobierno parece paralizado y ensimismado. Una vez ha aceptado que estamos en crisis –unos meses después de las elecciones, cuando su enorme mascarada ya ha sido olvidada– y que esta crisis es responsabilidad exclusiva de Bush, está dispuesto a tragar con todo. Al fin y al cabo, España y su Gobierno son una víctima más de los neoconservadores: Zapatero intenta pasar de verdugo a víctima.

El problema de esta estrategia ya no es que Zapatero pueda incluso sacar un rédito electoral, sino que mientras endosa las culpas al "enemigo exterior", no se adoptan en casa las medidas imprescindibles para atajar la crisis. Pocos economistas dudan de que los principales responsables de la debacle actual son los bancos centrales, con su disparatada política monetaria expansiva durante los años 2004, 2005 y 2006. Sin embargo, esto no significa que España no esté sufriendo especialmente la crisis por culpa de la torpeza y el brutal intervencionismo de nuestro Gobierno.

Sólo es necesario observar los datos de paro de nuestros colegas europeos. España no sólo es el país con la tasa de paro más alta de la Unión Europea, sino también el que más empleo ha destruido durante los últimos meses. Alemania, por ejemplo, sufre una recesión más profunda que la española y, sin embargo, su tasa de paro se ha reducido desde el 8,2% al 7,1% en los últimos doce meses; Holanda, con un crecimiento estancado, ha logrado recortar el desempleo desde el 3% al 2,5% y Estonia, que ya acumula un retroceso del PIB del 1,4%, ha mantenido estable el paro en el 4,3%.

¿Qué tiene de especial la economía española para que sea la que está destruyendo, con diferencia, más empleo de toda la Unión Europea? Pues esencialmente un mercado laboral muy rígido que ni permite los desplazamientos geográficos y de funciones de los trabajadores, ni los ajustes salariales ni los despidos a bajo coste. ¿Y quién es el responsable de que esta arcaica regulación laboral continúe acelerando el aumento del paro en España? Obviamente, un Gobierno que prefiere descargar esa responsabilidad en unos agentes sociales que sólo velan por sus intereses corporativos y no por los de los empresarios y trabajadores que dicen representar.

Tampoco ayuda a la recuperación que el Gobierno apruebe unos presupuestos basados en la irreal hipótesis de que España crecerá un 1% en 2009, facilitando así una expansión del gasto público que sólo agudizará la crisis.

Sólo hace falta mirar el caso japonés para darse cuenta de lo nocivo que puede ser el intervencionismo estatal a la hora de frenar la recuperación y perpetuar la crisis. Así, si ya no hay dudas de que estamos en recesión, tampoco debería haberlas de que, con los gobernantes que tenemos, no vamos a salir de ella durante muchos años.

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