Menú
José Antonio Martínez-Abarca

Que a Obama no le pase nada

Si gana Obama, hagamos sus enemigos lo que esté en nuestra mano para que nunca llegue a mito frustrado ni fantasmagoría contemporánea, tan del gusto de los que creen que la historia es lineal y el progreso, constante.

Si al final gana las elecciones, los primeros obamitas rendidos tendríamos que ser los que jamás le habríamos votado, en ninguna circunstancia. Entre todos sus contradictores, que ya sentimos entrañable aversión hacia su figura, tendríamos que rezar todos los días y cuidarnos muy mucho de que Obama llegue al final de su –esperemos– sólo un desastroso mandato, aunque no apocalíptico, en un estado de salud razonable, gracias a Dios (quien quiera que sea el Dios de Obama). Quiero decir que, como mucho, se tendría que parecer al cuadro clínico de Jack Kennedy en sus recurrentes dolores de espalda tratados con cortisona, no en que de repente el forense de Dallas descubra que tu cerebelo ha salido volando íntegro.

No podríamos permitirnos el lujo de un segundo presidente Kennedy con cincuenta años por delante de nostalgia progre. ¿Se imaginan un segundo Oliver Stone añorador de Camelot dando la brasa, película tras película, contra la "teoría de la bala única" para tratar de resucitar a Obama en sus obsesiones marxistoides? ¿Y un segundo clan del presidenciado, en Kenia, en Indonesia, en la inmigración ilegal norteamericana o en donde sea, alimentando a la prensa rosa con sus dramones familiares, sus secretarias ahogadas, sus coristas acalladas, sus hijos drogadictos y sus vástagos bienamados estrellados? Sería espeluznante. Podríamos sobrevivir a Obama, pero no a su culto necrófilo. Otra vez llamitas perennes en cementerios como alfombras, niños saludando al paso del armón, vestidos rosas de Chanel, corbatas con nudo de hueso de aceituna (como las que lleva Gallardón, por cierto, y, claro, también Obama). Otra vez neurasténicos judíos de la gran ciudad estadounidense, que no es Estados Unidos, culpando (en sus películas más onanistas) de lo de Obama a una conspiranoia en la que están implicados los encargados de los urinarios de la Casa Blanca. Las rotativas del ¡Hola! de nuevo ocupándose de los problemas de nuestro tiempo, o sea, de hacer reportajes en exclusiva en sus yates y en "el día del Pavo de gracias" a los primos segundos de los sobrinos de los cuñados por parte de hermanas de otra mítica genealogía de depositarios de esperanzas. Demasiado para que lo resista la civilización occidental.

Si gana Obama, hagamos sus enemigos lo que esté en nuestra mano para que nunca llegue a mito frustrado ni fantasmagoría contemporánea, tan del gusto de los que creen que la historia es lineal y el progreso, constante. Simplemente, ayudemos a que sólo presida y que si en toda esta historia se tiene que morir alguien, que sea de tedio.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios