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LAS MUJERES DE BERTRAND RUSSELL (5)
Edith Finch y un progre más que octogenario
En 1950 Peter Spence descubrió que su marido se había marchado a vivir al norte de Gales para estar cerca de Collette O'Niel.Alicia Delibes

Una vez descubierto que su marido se había trasladado para estar cerca de su antigua amante, Peter Spence solicitó el divorcio por abandono. Cuál no sería su sorpresa cuando, una vez concedido, se enteró de que Bertie no pensaba vivir con Collette sino que planeaba contraer un nuevo matrimonio con Edith Finch.

Russell había conocido a Edith en 1943 en el Bryan Mawr; ella y su íntima amiga Lucy Donnelly eran profesoras del Bryan, y Russell mantuvo con ellas una gran amistad. Cuando, en 1950, Russell fue invitado a dar unas conferencias a la Universidad de Columbia se encontró de nuevo con Edith. Lucy había muerto y la amistad entre el octogenario y la ya madura profesora fue creciendo hasta que, según escribió Russell en su Autobiografía, "No pudimos soportar más tiempo encontrarnos separados por el Atlántico; ella se instaló en Londres y como yo vivía en Richmond Park nos veíamos con frecuencia (...) Descubrimos no sólo que nos amábamos plenamente sino que nuestros gustos y sentimientos eran profundamente acordes (..) Edith no tenía conocimientos filosóficos o matemáticos; pero había cosas que ella conocía y yo ignoraba".

De estos encuentros nada debían saber ni Peter ni Collette, pues no sólo su mujer se quedó sorprendida con el anuncio de la nueva boda de Russell, sino que la propia Collette se enteró de la noticia por la prensa cuando se encontraba hospitalizada aquejada de una seria enfermedad de sus ojos. El último matrimonio de Russell se celebró el 5 de diciembre de 1952. Tenía ya ochenta años y su nueva mujer era 30 años más joven que él.

En el año 1950 Russell escribió: "La próxima guerra, si la hubiera, sería el mayor desastre que habría soportado la raza humana hasta ese momento. Sólo se me ocurre un desastre mayor: la extensión del poder del Kremlin sobre todo el mundo". Sin embargo, después del estallido de la primera bomba rusa y tras el fracaso de su tercer matrimonio, este convencimiento fue debilitándose. Ya en Suecia, cuando en diciembre de ese mismo año fue a recibir el Premio Nobel, en su discurso dejó entrever que ciertas dudas empezaban a deslizarse en su pensamiento político y, a pesar de la rotunda afirmación que hizo de que el comunismo debía ser aniquilado, alertó contra el peligro que supondría "desear la victoria de nuestra propia ideología y la derrota de la otra".

Con su nuevo matrimonio, al mismo tiempo que rehacía su vida, una nueva luz se introdujo en su octogenaria inteligencia. Si los rusos tenían armamento atómico, una nación de 330.000 kilómetros cuadrados como la suya no tenía ninguna esperanza de sobrevivir a una confrontación nuclear. Se hacía preciso evitar la guerra a toda costa.

En 1954 su decisión estaba clara, el mayor peligro para la humanidad ya no era el poder del Kremlin, el mayor peligro eran las potentes armas nucleares y él debía luchar por el desarme con toda la energía que, a pesar de su edad, aún conservaba. El 23 de diciembre de 1954, en la hora de máxima audiencia en la BBC, Russell explicó su nueva postura a los radioyentes de un programa especial titulado El peligro del hombre que terminó con estas palabras: "Recordad vuestra condición de seres humanos y olvidaos de lo demás. Si podéis hacerlo el camino al nuevo paraíso está abierto si no, nada hay delante de vosotros salvo la muerte universal. (..) Ante nosotros tenemos el progreso incesante y la felicidad. ¿Elegiremos la muerte porque no nos es posible olvidar nuestras disputas?"

En realidad, ¿qué había llevado a Russell a cambiar su discurso? ¿qué nuevos axiomas se habían introducido en la cabeza del lógico matemático?

Para Ronald Clark, este cambio se debía al descubrimiento de la bomba de hidrógeno y a las pruebas con ella realizadas en las islas Bikini por los Estados Unidos en la primavera del 54. Un arma mucho más peligrosa para la humanidad que la utilizada en Hiroshima. Esta explicación no resulta demasiado convincente pues, si de nuevo los americanos se adelantaban a los rusos, parecería lógico pensar que Occidente podría seguir manteniendo a raya al enemigo comunista.

Russell, en su Autobiografía, explicó así su nueva postura política: "Con posterioridad vine a ser más favorable al comunismo por la muerte de Stalin en 1953 y por la prueba realizada en Bikini al año siguiente. Gradualmente llegué a atribuir el peligro de una guerra nuclear cada vez más a Occidente, a los Estados Unidos y cada vez menos a Rusia. Este cambio estaba justificado por la evolución interna en Norteamérica de tendencias tales como el McCarthysmo y las restricciones de las libertades civiles".

La primera tarea que se impuso fue la publicación de un manifiesto con firmas de científicos conocidos tanto de los países del este como del mundo occidental: "Se me ocurrió que era posible formular una declaración que científicos famosos tanto de ideología capitalista como comunista estuvieran dispuestos a firmar. Antes de hacer nada escribí a Einstein para saber qué pensaba de semejante plan".

Redactó el texto y, en abril de1955, pocos días después de que el mundo entero conociera la noticia de la muerte de Einstein, recibió una carta póstuma en la que el descubridor de la relatividad daba su consentimiento al texto del que se llamaría Manifiesto Enstein-Russell. Un texto que no todos los científicos a los que Russell pidió su apoyo quisieron firmar. El físico Niels Bohr, el presidente de la Royal Society, lord Adrian, el dirigente científico oficial de la India, el doctor Bahba, figuran entre los nombres de los que se negaron a adherirse al documento.

Al tiempo que buscaba apoyos para su manifiesto, Russell organizó una serie de congresos que se conocieron bajo el nombre de Conferencias Pugwash, por la ciudad canadiense que acogió la primera de ellas en julio de 1957. A ella asistieron 22 científicos, no sólo físicos sino también biólogos y sociólogos. Se desarrolló en inglés y ruso y al finalizar se publicó una declaración que, según Russell, "fue respaldada por la Academia de Ciencias Soviética y calurosamente recibida en China, pero a la que se dio menos publicidad en Occidente". Estas conferencias se siguieron celebrando en diferentes lugares durante cinco años. Russell asistió a un par de ellas pero poco a poco fueron perdiendo interés para él.

El antiamericanismo de Russell iba, mientras tanto, creciendo con su edad: dimitió como miembro del Comité norteamericano en pro de la libertad cultural como reacción a la condena del matrimonio Rossenberg, pero, sin embargo, mantuvo un absoluto silencio cuando los rusos reprimieron sangrientamente la rebelión húngara de octubre de 1956.

En 1958 se organizó la llamada Campaña en pro del Desarme Nuclear (CDN). Le nombraron su presidente y mostró una actividad que sus propios compañeros juzgaron a veces excesiva: charlas por la radio, la televisión y cartas a políticos del mundo entero. Con ocasión de un debate televisivo sobre el armamento nuclear tuvo una acalorada discusión con mistress Roosevelt, que transcribió en su Autobiografía con estas palabras: "quedé horrorizado al oír a esta mujer enunciar la creencia de que sería mejor, y que ella lo preferiría, que la especie humana fuera destruida a que sucumbiera al comunismo". Esta postura que ahora tanto le horrorizaba era justamente la que él había sostenido diez años antes.

Pero el máximo derroche de energía para combatir el imperialismo yanki estaba aún por llegar. Un joven norteamericano de 24 años, Ralph Schoenman, graduado en filosofía por Princeton, estudiante de Economía en Londres, y miembro de la CDN, acudió a él un día de 1960 para pedir su apoyo en la formación de un ala de desobediencia civil dentro de la Campaña en pro del Desarme Nuclear. Poco después Ralph se convertiría en una especie de secretario particular, mano derecha y representante internacional del viejo filósofo. Russell contaba así sus primeras impresiones del joven Schoenman: "Le encontré rebosante de energías y de fecundas ideas, así como inteligente aunque inexperto y un poco doctrinario acerca de la política. (..) Yo estaba ansioso por iniciar un movimiento de desobediencia civil que pudiese llegar a ser un movimiento de masas de oposición general a la política nuclear del gobierno".

Guiado por el infatigable y doctrinario joven, creó Russell el Comité de los 100, como grupo escindido de la CDN, y comenzó a participar en todo tipo de manifestaciones y mítines callejeros. En septiembre, tras una manifestación, fue detenido junto con su mujer y fue condenado a una semana de reclusión en un hospital.

Cuando en octubre de 1962 los misiles nucleares rusos se apostaron en Cuba mirando a Occidente,y el bloqueo americano a la isla parecía inminente, Russell con la ayuda de su secretario escribió una carta abierta al público en la que decía: "Vas a morir junto con todos los habitantes de Inglaterra porque a los norteamericanos ricos no les gusta el gobierno que quieren tener los cubanos y han empleado parte de sus riquezas en difundir mentiras acerca de él".

La guerra de Vietnam ocupó sus principales preocupaciones en la década de los sesenta. Su ya incontrolado antiamericanismo le llevó a creer y divulgar cuantas historias de horror circularan, siempre que la culpa recayera sobre los soldados norteamericanos, "que eran tan perversos como los nazis". Creó el Tribunal de crímenes de guerra de Vietnam, que presidido por el escritor yugoslavo Vladimir Dedijer y formado por intelectuales tan "imparciales" como Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir o Isaac Deutscher se reunió para juzgar "a los criminales de guerra Johnson, Rusk, McNamara, Lodge y sus camaradas en el crimen".

Schoenman redactaba sus cartas, retocaba sus manifiestos y recaudaba dinero para, a través de la Fundación Russell para la Paz que creó en 1963, financiar todas sus movilizaciones, mítines y conferencias. Poco a poco se fue envalentonando y llegó a emitir en nombre de Russell juicios que, en algunas ocasiones, pusieron en peligro la buena imagen del progresista y filántropo anciano. Así que, en 1969, Russell decidió deshacerse de tan crecido secretario, prescindió de sus servicios, le eliminó de su testamento, le sacó de la Fundación Bertrand Russell para la Paz y, poco antes de morir, dictó a Edith una declaración para explicar la que había sido su relación con él: "Ralph debe de haberse instalado a fondo en la megalomanía. La verdad es que nunca tomé a Ralph tan en serio como él quiere pensar. En los primeros años sentí afecto por él pero nunca le vi como un hombre de talento y peso, y mucho menos de importancia individual". Puso fin así, con el más puro estilo russelliano a sus relaciones con el joven Schoenman.

El 2 de febrero de 1970 moría Russell. Se cerraba una biografía difícil de reconstruir si uno se empeña en aplicar las reglas de la lógica al comportamiento humano y difícil de comprender si uno se deja engañar por la declaración de buenas intenciones con las que el propio Russell prologó su Autobiografía: "Tres pasiones, simples pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad".

El 2 de febrero de 1970 se puso fin a una larga vida en la que varias mujeres tuvieron un papel relevante. Para siempre me quedará la duda de saber si Russell utilizó, en cada momento, a la mujer que mejor servía a sus intereses o si, por el contrario, mucho más vulnerable a la seducción e influencia femeninas de lo que muchos de sus biógrafos creen, acomodó su pensamiento a los deseos y aspiraciones de cada una de ellas.