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El holandés Verkerk pone fin a la aventura de Moyá en Roland Garros

Contra todo pronóstico, el holandés Martin Verkerk (46 del mundo) y el argentino Guillermo Coria, séptimo favorito, se han abierto paso a las semifinales de Roland Garros por primera vez en su carrera al dejar fuera de combate a dos ex campeones: el español Carlos Moyá, cuarto cabeza de serie, y el estadounidense Andre Agassi, segundo.

L D (EFE) Moyá estuvo a solo dos puntos de la victoria, pero Verkerk se impuso al español, campeón en 1998, por 6-3, 6-4, 5-7, 4-6 y 8-6 en tres horas y 52 minutos. Coria perdió el respeto a Andre Agassi, como él mismo había adelantado días antes para vencer al ídolo de su niñez por 4-6, 6-3, 6-2 y 6-4 en dos horas y 33 minutos. El servicio de Verkerk fue una vez más el factor clave de la victoria del gigante holandés (1,98 metros) que logró 27 aces y que tuvo siempre en jaque a Moyá, quien no supo aprovechar sus oportunidades ante un jugador inexperto en estas rondas, pero decidido, valiente, y capaz de salir airoso ante un especialista en tierra como el mallorquín. Verkerk ya había avisado de que este arma sería crucial en el duelo. Como su compatriota Richard Krajicek, el último holandés que llegó a las semifinales en París en 1993, confía todo su potencial en este golpe. Y lo hace a discreción, como si fuera un volcán en erupción, pero tampoco su derecha es floja, y ahí quizás estuvo también el punto de inflexión del duelo.

Sus números son elocuentes. En el torneo de Milán este año, el único que figura en su palmarés, logró 109 directos en una semana, y en cinco partidos en París ha conseguido ya 93. Su clasificación, por tanto, no es casualidad. Lo que más asombra del holandés, entrenado por el técnico neozelandés Nick Karr, es su talante en la pista. Cada vez que lograba un punto, sus reacciones eran tan extravagantes como irrisorias. Golpes en el pecho, su pulgar hacia la muñequera naranja recordando a su país, y los ojos a punto de salirse de las órbitas. Si Hewitt intimidaba a sus adversarios, Verkerk los asusta con sus desplantes. Moyá, no obstante, permitió que el holandés jugara demasiado tranquilo, y cuando las fuerzas le empezaban a abandonar no supo rematarlo. Antes el mallorquín había estado contra las cuerdas, con dos sets a cero abajo y Verkerk a punto de lograr el 5-3 en el tercero. Ahí vio Moyá una pequeña luz y logró recortar diferencias y ayudado por la séptima doble falta del holandés ganó el tercer set.

En el cuarto también logró quebrar Moyá en el último y parecía que tenía ya el partido controlado. Pero con un servicio como el de su rival era muy arriesgado aventurarse. El que si forzó fue Verkerk, que salvada una situación apurada en el duodécimo, logró romper al siguiente y apuntillar luego con el suyo. El público de la Suzanne Lenglen gritaba, «Carlos, Carlos», pero fue Martin quien se salió con la suya.

Antes, Guillermo Coria jugó el partido de su vida contra Andre Agassi. Rápido de piernas, con resolución, con una gran ambición en cada uno de sus golpes, el de Rufino cambió el signo del encuentro, teniendo en cuenta que en las dos ocasiones anteriores había cedido contra el de Las Vegas. Su clasificación refrenda la temporada que está haciendo en tierra batida. Ha sido campeón en Hamburgo y finalista en Montecarlo, y ha explotado en París en el momento oportuno. Como había dicho al alcanzar los cuartos, Coria salió decidido a olvidarse de que tenía ante sí a uno de los mitos de este deporte, a quien había visto por televisión, coronarse campeón aquí cuando él solo contaba ocho años

El encuentro podría haber sido más fácil incluso para el argentino que se colocó con 4-1 en el primer set. Agassi mostró su clase para ganar después cinco juegos consecutivos. "Él es un guerrero", decía Coria, "y no e rindió". Pero El Mago no se dio tampoco por vencido, siguió machacando con su revés paralelo, su mejor arma, y se hizo con el segundo parcial. "Ahí me di cuenta que tenía el partido ganado", decía el argentino que alborozado recibió de Agassi su raqueta como mejor premio. "La tengo guardada ya", señalaba con emoción.

"Me saqué todos los miedos y disfruté del partido, eso fue clave para ganar. Triunfé en un partido que en mi vida podré olvidar", añadía Coria sonriendo, enfundado con la camiseta de la selección argentina y con la medalla del River Plate, su equipo, al cuello. Ahora el argentino, se enfrentará contra un jugador que le saca 23 centímetros, pero no tiene miedo. "Sí, me saca cuatro cuerpos pero también jugué contra Philippoussis en Hamburgo y no me impresiona. Me hubiera gustado más enfrentarme contra Moyá, porque lo conozco y me daría más ritmo. Tengo que ser una pared para él, y sé que será un partido con poco ritmo pero he de jugar como lo vengo haciendo".

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