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Los Renovadores por la Base, los negocios de Balbás y la venganza de Leguina

El complicado mecanismo del socialismo madrileño ha saltado en pedazos cuando estaban a punto de gobernar la comunidad de Madrid con el apoyo de IU. Lejos de ser un asunto novedoso, la trayectoria de la FSM está jalonada de encontronazos, envidias y traiciones políticas. El detonante se ha activado desde una de las familias, los llamados “Renovadores por la base”, los mismos que representaban –Tamayo fue apoderado– la Nueva Vía de Zapatero cuando llegó al poder en Ferraz.

(Libertad Digital) No se ha cumplido un día desde que Zapatero, en una entrevista con el diario "El Mundo" dijera, invocando una especie de ley no escrita, que Gobernar en Madrid lleva a La Moncloa. Pero la situación se ha torcido y amenaza con derrumbar el aparato socialista a ocho meses de las elecciones generales. En el centro de esta convulsión, los socialistas madrileños y sus mal avenidas familias.

Partiendo de la base de que Rafael Simancas nunca ha sido el hombre de Ferraz, el resto de fichas de este particular dominó ha comenzado a caer tras una decisión política que ha dejado al PSOE sin palabras. Un plante de dos socialistas –Eduardo Tamayo y Teresa Sáez– en la votación para elegir presidente de la Asamblea de Madrid se convierte en el escándalo electoral más sonado. La presidencia se queda en el PP, en la persona de Concepción Dancausa y la candidata a presidir la comunidad contempla la posibilidad de hacer valer la mayoría obtenida en las urnas deshaciendo el pacto Simancas-Fernández.

Tamayo y Sáez pertenecen a la corriente denominada “Renovadores por la Base”, una de las rampas de lanzamiento de José Luis Rodríguez Zapatero en el 35 Congreso del PSOE. De hecho, el diputado al que llaman ahora “rebelde” fue uno de los apoderados del secretario general. Pero hablar de amistades políticas dentro del PSOE exige siempre mucha cautela. Los citados renovadores se indignaron con la misma fuerza que Simancas cuando se supo que Ferraz (en buena parte, José Blanco) imponía a Trinidad Jiménez como candidata a la alcaldía de Madrid. En la FSM, reclamaban primarias y acusaban a la Ejecutiva de entrometerse. Pero la ira de Simancas (llegado a secretario general de la FSM con los guerristas) se calmó cuando, a cambio, se le ofreció ser el candidato regional. Ni Ferraz ni muchos sectores de la FSM se quedaban tranquilos.

Blanco, Leguina y los balbases

Pero el recorrido de enfrentamientos databa ya de las anteriores elecciones municipales, las de 1999. Entonces Joaquín Leguina quería ser alcalde y se presentó a las primarias de rigor en junio de 1998 con el apoyo inicial de José Luis Balbás, considerado el fundador de la corriente “Renovadores por la Base” –una escisión de los renovadores a secas– que ahora ha provocado el revuelo. Balbás decidió en el último momento rescindir su apoyo a Leguina y ponerse a disposición de los borrellistas cuyo candidato era el ex ministro socialista Fernando Morán, que consiguió la candidatura. Sirvió de poco al PSOE, pero reveló una nueva enemistad. Leguina perdía las primarias y echaba la culpa a la traición de Balbás.

De fondo, queda por airearse un escándalo interno que ahora muchos quieren poner negro sobre blanco. Son los supuestos negocios inmobiliarios del matrimonio Balbás-Villar y el diputado Tamayo denunciados por un militante socialista, Enrique Benedicto Mamblona, en una carta dirigida a la FSM. Se preguntaba por la trasparencia en los negocios particulares de estos críticos que, sin ser pesos pesados, tenían enorme influencia.

Ahora todo parece converger en José Blanco, coordinador de organización del PSOE, al que Leguina acusa de mantener una estrecha amistad con los protagonistas del episodio de este martes (Tamayo, Sáez) y de haber impuesto su presencia en la lista de Simancas. De hecho, Leguina cree que todas las imposiciones proceden del organizador federal. Menciona también lo incomprensible de que exista un dossier en contra de Tamayo paralizado en la Comisión de ética del partido y que se refiere a los supuestos negocios compartidos con Balbás, antes mencionados. En definitiva, Joaquín Leguina confiesa no estar sorprendido por la maniobra de Tamayo y Sáez, los que, según él le traicionaron. Ahora les llama "políticos de pasillo que no dan la cara" de "conocida catadura moral".


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