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El batasuno que ayudó a los asesinos de Miguel Ángel Blanco lo hizo "por solidaridad"

Ha comenzado el juicio por el secuestro y asesinato del concejal del PP de Ermua, Miguel Ángel Blanco. En el banquillo se sienta Ibon Muñoa, un ex concejal de HB en Eibar que alojó a los tres etarras que mataron al joven edil y extorsionaron al Gobierno con el secuestro previo. Dice Muñoa que lo hizo por solidaridad y que la amistad le impidió delatarlos.

L D (EFE) El ex edil de HB en Eibar Ibon Muñoa, al que desde este jueves se enjuicia en la Audiencia Nacional por cooperar en el secuestro del concejal del PP Miguel Ángel Blanco, admitió haber alojado en su casa por "solidaridad" a los tres etarras que después le asesinaron y justificó el no haberles delatado en la amistad que trabó con ellos. Su cooperación fue esencial para matar a Blanco.

En su declaración en la primera sesión del juicio, Muñoa explicó, a preguntas de la fiscal Olga Sánchez que solicita para él 24 años de prisión por los delitos de secuestro y encubrimiento, que entre junio y julio de 1997 alojó y dejó las llaves de su casa a dos de los integrantes del grupo "Donosti", Irantzu Gallastegi, "Amaia", y Javier García Gaztelu, "Txapote", ambos presos en Francia y a los que se acusa de ser los autores materiales del secuestro y posterior asesinato del concejal.

Según Muñoa, que tuvo que ser sacado de la sala blindada en la que, por motivos de seguridad, siempre comparecen los etarras porque hablaba muy bajo y no se le oía, Gallastegi y Gaztelu le informaron, cuatro días antes de que ocurrieran los hechos, de que tenían previsto secuestrar a un concejal del PP, aunque no le especificaron de quién se trataba. Matizó que los terroristas le trasladaron sus propósitos "para que lo supiera en el caso de que esa acción saliera mal", aunque insistió en que él no les dio información "detallada" sobre concejales del PP en Eibar. Pero su cooperación con ETA era activa.

Por ello, la fiscal pidió que se leyera su declaración judicial a este respecto y en ella Muñoa, relató que ofreció a los terroristas información sobre vehículos y horarios de tres ediles de Eibar –ninguno de ellos de Blanco puesto que éste estaba en el Ayuntamiento de Ermua–, aunque entonces trató de convencer al fiscal de que lo hizo desconociendo su utilidad porque de haberlo sabido no se lo hubiera dado. Nadie le preguntó si suponía otras utilidades de esos datos en manos de ETA.

Una colaboración necesaria para secuestrar y asesinar

Para no salirse de los manuales etarras, en ese momento el ex edil, condenado ya a diez años de cárcel por pertenencia a banda armada y falsificación, restó valor a su declaración policial denunciando que fue obtenida bajo torturas. Con respecto a la declaración judicial dice que también la cambió por miedo a que le devolvieran a la Policía. Sí admitió haber prestado su coche a los dos etarras a los que les entregó un juego de llaves y haberles hablado de un apartamento que tenían sus padres en Zarauz durante una cena en la que salió el comentario mientras hablaban de las vacaciones en el transcurso de una conversación que calificó de "banal".

También reconoció haber recogido en San Sebastián, junto con los dos etarras, al tercer miembro del "comando", el ya fallecido José Luis Geresta, "Oker", y de allí haberse trasladado a ver el apartamento de Zarauz, que, según las conclusiones provisionales de la fiscal, finalmente rechazaron como lugar para esconder a Blanco durante el secuestro por razones de seguridad.

El 9 de julio de 1997, un día antes del secuestro, afirmó haber visto a Geresta pasar por delante de su lugar de trabajo, curiosamente un taller de placas de matrículas y recambios de coches muy próxima a la empresa en la que trabajaba Blanco en Eibar, y que le extrañó verle salir a esas horas. No obstante negó que los terroristas, a los que dijo que en alguna ocasión había visto limpiar y engrasar sus armas, le comunicaran que ese día habían intentado el secuestro y que no lo pudieron realizar porque Blanco no apareció.

Según su versión, él se enteró del secuestro, perpetrado el 10 de julio, a través de la emisora "Egin Irratia", y cuando volvió a su casa por la noche los tres miembros del "comando Donosti" -Javier Garcia Gaztelu, Irantzu Gallastegi y José Luis Geresta- ya se habían ido y pensó que ya no volverían. Su colaboración había sido esencial.

La amistad de un batasuno con tres etarras antes y después del asesinato

El fiscal preguntó: "Ante esa evidencia. ¿Qué le impidió comunicar la identidad de las personas que habían secuestrado a Miguel Ángel Blanco?". Muñoa contestó que no lo hizo por "la amistad que tenía a esas personas. Se supone que si has trabado amistad con unas personas que han estado durmiendo en tu casa lo lógico es que haya tal amistad, que puede superar cualquier otra forma de pensar".

A finales de septiembre o principios de octubre, según él mismo indicó, regresaron Gallastegi y Gaztelu, y le explicaron que se quedarían unos días y luego se irían porque iban a tener "otras responsabilidades" y le pidieron que acogiera a Geresta porque él sí que se tenía que quedar. En este último encuentro, en el que dijo haber visto tranquilos a los etarras que al marcharse se llevaron ropa y un juego de matrículas, aseguró que éstos no hablaron sobre la muerte de Blanco, "sólo del sentido político de la acción, no de cómo se realizó, sólo sobre la repercusión política" y añadió que "Txapote" habló de su trascendencia en la sociedad vasca y que "hechos de este tipo había que analizarlos a largo plazo, como poco un año".

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