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Dos rebeldes filipinos, abatidos tras tomar la torre de control del aeropuerto de Manila

Un antiguo coronel y otros doce hombres armados han tomado durante varias horas la torre de control del aeropuerto internacional de Manila, la capital de Filipinas. La acción, que en principio podría haberse tratado de un intento de golpe de Estado, ha terminado con la muerte de dos rebeldes, abatidos a manos de las Fuerzas de seguridad.

L D (Agencias) "Esto ha terminado y ahora podemos recibir vuelos internacionales", ha dicho Edgardo Manda, gerente general del Aeropuerto Internacional Ninoy Aquino. El ex coronel Pánfilo Villaruel, ex director de la Oficina de Transporte Aéreo (OTA) de Filipinas, entró a la torre denunciando actos de corrupción en el Gobierno y ordenó a los empleados que desviaran el tráfico aéreo.
 
En una entrevista con la emisora local DzBB, Villaruel aclaraba que su acción no es una intentona golpista, sino una llamada de atención a causa de la corrupción. "Quiero que este país despierte", dio el ex coronel para informar de que "se ha paralizado la actividad del aeropuerto" y de que "las luces de las pistas están apagadas".

Esta es la segunda vez en menos de un año que los militares ponen en aprietos a la presidenta filipina, Gloria Macapagal Arroyo, que el pasado 27 de julio afrontó una intentona golpista, protagonizada por un grupo de jóvenes oficiales, y que como Villaruel denunciaron la corrupción del Gobierno. Por aquel entonces, exigieron la dimisión inmediata  de la presidenta, así como de su entonces ministro de Defensa, Angelo Reyes, y de quien era responsable en aquellas fechas de la inteligencia militar, Víctor Corpus.

A todos ellos les acusaron de corrupción y de perpetrar una serie de atentados ocurridos a principios de este año en la conflictiva región de Mindanao, y de los que se culpó al Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI), la principal guerrilla terrorista que opera en el sur de Filipinas. Aquella intentona tuvo su escenario en uno de los edificios más emblemáticos del distrito financiero de la capital filipina, el Oakwood , que amenazaron con volarlo con explosivos si el Gobierno no cumplía las exigencias de los amotinados.

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