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INFORME: Los dislates del hombre más poderoso del fútbol mundial

Desde su elección en junio de 1998 como presidente de la FIFA, en sustitución del brasileño Joao Havelange, el suizo Joseph Blatter ha tenido un mandato con más sombras que luces. Tras verse implicado en un escándalo de corrupción relacionado con la organización del Mundial 2002 de Corea del Sur y Japón, a Sepp le llueven ahora las críticas por sus ideas sobre la vestimenta de las futbolistas.

L D (Guillermo Domínguez) Joseph Blatter, nacido el 10 de marzo de 1936 en la ciudad suiza de Visp, comenzó su carrera deportiva como jugador de un equipo de aficionados de fútbol de la Primera División de su país. En 1970, y hasta 1975, pasó a formar parte de la directiva del club Neuchatel Xamax, uno de los más laureados del balompié helvético.
 
Fue a partir entonces cuando comenzó su relación con la FIFA. En verano de 1975 inició su trabajo como director de programas de desarrollo del máximo organismo del fútbol mundial. Tras una extensa carrera, en 1981 fue nombrado secretario general del organismo y, nueve años después, se le confirieron los poderes de director ejecutivo. Tuvo que esperar Sepp ocho años para relevar a Havelange en la presidencia de la Federación Internacional de Fútbol.
 
Su elección como presidente llegó justo antes de que diera comienzo el Mundial de Francia´98, uno de los mejores de la historia y en el que la selección gala se proclamó campeona del mundo. Pero también llegaron entonces las desavenencias con el máximo organismo del fútbol europeo, la UEFA. El políglota Sepp -habla perfectamente alemán, francés, inglés, español e italiano- empezó a tener sus más y sus menos con el sueco Lennart Johanson, presidente de la UEFA, por la política de los clubes europeos en cuanto al número de participantes en las Ligas de cada país.
 
La crisis comenzó en Corea
 
A Blatter, firme defensor de reducir a 16 el número de equipos en ligas tan importantes como la española, la italiana o la inglesa, le costó un enfrentamiento no sólo ya con Johansson, sino también con hombres de la casa como Michael Zen Ruffinen, actual secretario general de la FIFA. Y el colmo de los despropósitos llegó poco antes de que diera comienzo el Mundial de Corea del Sur y Japón, cuando once miembros del comité ejecutivo presentaron el 11 de mayo de 2002 una demanda contra él por presunta malversación de fondos, después de publicarse un informe en el que su nombre aparecía vinculado al de uno de los organizadores de la Copa del Mundo. Los demandantes, entre los que se encontraban Zen Ruffinen y Johansson, acusaron a Blatter de "extralimitarse en sus funciones y realizar donaciones particulares a cuenta de la organización sin la autorización de la Ejecutiva". Poco pareció importarle al suizo que, diecinueve días después, volvió a ser reelegido como presidente de la FIFA durante el congreso celebrado en Seúl. El presidente de la Federación Española (RFEF), Ángel María Villar, fue elegido como nuevo vicepresidente primero.
 
Y con la disputa del Mundial asiático llegó la polémica. A nadie se le escapa que la penosa actuación del colegiado egipcio Gamal Gandhur, "auxiliado" por el juez de línea Raggoonath, de Trinidad y Tobago, en el partido de cuartos de final entre España y la coanfitriona, Corea del Sur, propició la eliminación del equipo entrenado entonces por José Antonio Camacho tras llegar el encuentro a la tanda de penaltis. El diario El Mundo publicó pocos días después de aquel fatídico partido -concretamente el 26 de junio de 2002- un informe en el que revelaba las conexiones entre Blatter y el presidente de la CONCACAF (Confederación de Centro y Norteamérica), Jack Warner, que curiosamente es de la misma nacionalidad que el árbitro auxiliar Raggoonath. La FIFA condonó una deuda de la CONCACAF de 9.000 millones de euros sin aparente explicación. Además, tal y como denunció el "enemigo" Ruffinen, Blatter asignó otro millón de euros al organismo presidido por Warner para impulsar el programa Goal.
 
"Errores humanos"
 
Al margen de todas las demandas a las que se enfrentaba, a Blatter le llovieron numerosas críticas por haber defendido la actuación de los árbitros e, incluso, ratificar los altos emolumentos que percibieron los colegiados. "En el fútbol hay que vivir con los errores porque se trata de un deporte humano. Además, en los 62 partidos ha habido aproximadamente un cinco por ciento de resultados discutibles", dijo. Esa salida de tono del suizo hizo que Ángel María Villar amenazara seriamente con abandonar la FIFA, amenaza que finalmente no se cumplió. Acabó el Mundial de Corea y Japón y Blatter trató de acallar todas las críticas pero, a raíz de la designación de Alemania como sede de la Copa del Mundo de 2006, el presidente de la FIFA se ganó un nuevo enemigo, el mítico ex jugador alemán y actualmente presidente del Bayern de Múnich, Franz Beckenbauer.
 
Críticas a la Liga española
 
Las aguas parecían tranquilas, pero la polémica volvió a llegar en verano de 2003 con motivo de la Copa de Confederaciones, una especie de Mundial pero bastante descafeinado que se disputó en otoño del año pasado en Francia y que siempre se recordará por la muerte del camerunés Marc-Vivien Foé en pleno terreno de juego cuando jugaba contra Colombia en semifinales. El 17 de junio, Blatter acusó a la Liga española de "falta de disciplina" por no respetar las fechas reservadas para el torneo. Incluso llegó a acusar a Villar de haber "cerrado los ojos, los oídos y la boca". Y otro campeonato internacional, como el Mundial sub-20, volvió a servir de escenario para la polémica. El presidente de la FIFA ni siquiera acudió a presenciar la final entre España y Brasil -la selección canarinha logró su cuarto entorchado de la categoría tras, cómo no, otra penosa actuación del árbitro de la contienda, el italiano Roberto Rosetti–. Sepp no argumentó motivo alguno para su ausencia, simplemente optó por hacer mutis por el foro. Además, amenazó al delantero Carlos Tévez con hacerlo jugar "en la luna o en un juzgado" por rechazar su participación en el Campeonato del Mundo debido a la cercanía de la final de la Copa Intercontinental entre su equipo, el Boca Juniors, y el Milán.
 
Además de volver a proponer un máximo de 16 equipos en la Ligas de Primera División en todos los países -parece convertirse en su único abanderado-, los últimos despropósitos del dirigente parecen no tener fin. En ese mismo mes de diciembre rechazó volver a dialogar con el G-14 -grupo de los catorce clubes más importantes de Europa- e incluso acusó a los clubes europeos de ser "neocolonialistas" en su política de fichajes, especialmente a los ingleses y con mención especial para el Chelsea de Roman Abramovich. La última, de este mismo viernes, se refiere a su apuesta por que las futbolistas lleven pantalones más cortos y más ceñidos para atraer a los patrocinadores. Blatter aparece cada vez con menos asiduidad en los medios. Esperemos que siga con esa tónica y siga sin agitar aún más un deporte tan convulso como el fútbol.

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