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INFORME: Todos los indicios que apuntan a ETA

Poco después del mayor atentado terrorista de la historia de España, comenzó a extenderse un bulo que potenciaba los objetivos de los terroristas: fomentar el miedo en la población y hacer que las culpas caigan del lado de las víctimas. El primero en hacerlo fue Arnaldo Otegi, un personaje que ha pasado por la cárcel, participado en secuestros y que ya no lidera ningún partido porque los tribunales españoles lo han sentenciado Batasuna es ETA e ilegalizado. Esta fuente de intoxicación merece para algunos, incluso en estas horas dramáticas, más credibilidad que el Gobierno.

(Libertad Digital) Por mal que lo exprese, el ministro del Interior, Ángel Acebes, ha puesto encima de la mesa unos argumentos que señalan a ETA como autora material de la masacre de Madrid. Ordenados y completados, ayudan a comprender que la banda terrorista es la principal sospechosa.
 
Es cierto que el 11-M ha superado todas las cotas de crueldad etarra, pero eso no se convierte en una pista falsa, más bien lo contrario. Las estadísticas suelen olvidarse de varios aspectos. Uno, acumular a los muertos que se producen meses o años después de un atentado. Otro, que los intentos fallidos, por lógica, no provocan víctimas. La matanza de Madrid se hubiera quedado pequeña al lado de la que hubiéramos sufrido de haber estallado la media tonelada de cloratita y dinamita neutralizada en Cuenca o los 1.700 kilos preparados en 1999 para volar el único rascacielos de Madrid. Entonces nadie pensó en Al Qaeda. ¿Qué datos apuntan a ETA?
 
Primero. La mochila perdida. El ministro del Interior confirmó el viernes que en uno de los trenes se halló intacta una bolsa de deportes que contenía explosivo Goma 2 tipo ECO conectada a través del detonador a la alarma-despertador un teléfono móvil. El 9 de enero de 2001, la plana mayor del PP vasco rendía homenaje a José Ignacio Iruretagoyena en el cementerio de Zarauz. En una maceta cercana a la lápida, ETA colocó una bolsa idéntica, con el mismo sistema de iniciación. No estalló gracias a los inhibidores de frecuencia de los servicios de escolta que distorsionan cualquier señal. Cuando las técnicas fallan, ETA siempre busca alternativas. De hecho, en el intento de asesinato del entonces jefe de la oposición, José María Aznar, la banda tendió cables para provocar una detonación eléctrica clásica, sin ondas de radio. Falló también porque tuvieron que fiarse sólo de la vista. A Al-Qaeda y al terrorismo islámico en general no le hacen falta las tecnologías. Su eficacia se basa en que la huida no es un problema porque hacen cola para morir matando. Lo cierto es que ETA ha demostrado que puede cambiar de materiales en virtud del acoso policial. A Rekalde lo intentaron matar con un calibre 38, y no el 9 parabellum habitual. Llevan pistolas distintas (peores, compradas en el este de Europa), han ensayo cohetes, con lanzamisiles Stinger... y nunca se habló de la red de Ben Laden.
 
Segundo. El coche bomba. En plena confusión y con la cifra de muertos creciendo exponencialmente, este 11 de marzo se encontraba en el aparcamiento de la estación de Atocha un Ford Fiesta rojo con dinamita, sello de ETA después de cada atentado. Son explosiones que despistan a los investigadores y, de paso, matan policías. En tres décadas de terrorismo en España, esta técnica se repite hasta la saciedad.
 
Tercero. Masacres abortadas. La posibilidad de una masacre que superara a la de Hipercor (Barcelona, 1987. 21 muertos y medio centenar de heridos) no era una sospecha sino un hecho constatado. El 22 de diciembre de 1999, ETA pretendía volar la Torre Picasso (rascacielos de 157 metros) de Madrid. Nadie pensó en Al-Qaeda porque ni siquiera era famosa entonces. Pero en España ya se pensaba en matanzas. ¿El método? 1.700 kilos de explosivo (más de tres veces la furgoneta de Cuenca) procedentes de la bautizada como “caravana de la muerte”, interceptada gracias a la Guardia Civil en Calatayud (Zaragoza). Lo confesó Ana Belén Egues, detenida tras la explosión de un coche bomba.
 
En la Nochebuena de 2003, no era Al-Qaeda sino ETA la que envió a Chamartín en el Intercity Irún-Madrid 50 kilos de dinamita repartida en mochilas. Iban a estallar a las 15.55 horas, con la estación hasta los topes. Fueron detenidos Garikoitz Arruarte Santa Cruz y Gorka Loran Lafourcade. La Policía tuvo que detener el tren en la estación de Burgos, desalojar a los viajeros y neutralizar una de las mochilas que Loran logró introducir en el convoy. Otra masacre abortada es la que hubiera sembrado de muertos las pistas de esquí de Baqueira. Allí, ETA iba a colocar, según datos del Ministerio del Interior “12 ó 13 mochilas” cargadas de explosivos para que estallaran de forma simultánea. Un calco del 11-M, en otro punto de España. En cuanto a la furgoneta interceptada en Cuenca con media tonelada de explosivo, el objetivo era el corredor del Henares. Los etarras llevaban encima un plano que así lo demostraba y las instrucciones del temporizador, es decir, no habían ensayado antes con él.
 
Cuarto. “ETA no suele mentir” y el portavoz Otegi. La frase es de Jesús Caldera, portavoz parlamentario del PSOE. Refutarla es tan sencillo como recordar la infinidad de ocasiones en la que la banda ha comunicado a través del diario GARA, la EiTB o la DYA, la colocación de una bomba a una hora distinta a la que marca de verdad el temporizador. El único objetivo es matar policías. O no olvidar que la tregua trampa de 1999 sólo sirvió para rearmarse, captar nuevos pistoleros, ensayar hasta cohetes antiblindaje en Las Landas y preparar la campaña más sangrienta a partir de 2000. El comunicado de ETA confirmando al pacto de Perpiñán fue despreciado por muchos socialistas. No hay que hacer caso a los terroristas. Ahora sí. Una voz al otro lado del teléfono en la televisión pública vasca negando la masacre es más probatorio para Caldera que todo lo anterior. En cuanto al batasuno, sigue siendo revelador que minutos después de la tragedia (antes del casete del Corán y demás) saltara a los medios con “la resistencia árabe”. Todo parece indicar la existencia de un plan previo de intoxicación, seguido o creído después por algunos medios de comunicación, la SER y El País especialmente.
 
Quinto. Octavillas en San Sebastián. El Ministerio tenía datos precisos de que ETA quería reventar las elecciones de 2004 con un atentado de especial magnitud. La tarde anterior a la masacre, el 10 de marzo, el casco viejo de San Sebastián apareció sembrado de octavillas que, o fueron escritas por un vidente, o reflejaban lo que se tramaba en las Herriko Tabernas: “1-14 de marzo. Los intereses españoles en el punto de mira. ¡Sabotea la Renfe! No a España”.
 
Sexto. Las fuentes. En la cadena SER no ha cesado de citar “fuentes de la lucha antiterrorista” para lanzar lo que hasta ahora son bulos desmentidos “categóricamente” por el Gobierno. La existencia de un terrorista suicida en los trenes dejó al servicio de prensa del Gabinete de Acebes boquiabierto. Libertad Digital les consultó con insistencia y, desde el primer momento expresaron que era falso o, al menos, que no manejaban esa información. Eso sí, insinuaron que citar a la lucha antiterrorista es tan cómodo como vago. Quizá, el término más apropiado sería “filtraciones de personas que forman parte de la lucha antiterrorista, aunque en ese momento no estuvieran de guardia”.
 
Este sábado, la fuente invocada por la cadena Ser en sus informativos ha sido el Centro Nacional de Inteligencia. Tras la intervención del ministro en torno a las 15 horas, un reportaje invocaba a los servicios de información para negar lo que acababa de decir. Unas horas más tarde, el director del centro firmaba el desmentido más completo de lo esgrimido por la Ser contra el Gobierno. 

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