L D (EFE) El Tau, cuyo baloncesto ha rayado la perfección durante muchos momentos esta campaña, ha tirado por la borda una temporada brillante con una última actuación horrorosa, sobre todo en un segundo cuarto esperpéntico donde deambuló sobre la pista sin cabeza, como un bloque infantil, y que le condujo a la derrota.
En el momento crucial de la serie ante los madrileños, el cuadro de Dusko Ivanovic fue un grupo desconocido, presa de la ansiedad en ataque y, sobre todo, desangrado por una pusilánime defensa que le incapacitó para plantar cara a los visitantes. Su reacción en el tercer cuarto no fue suficiente en esta ocasión. La habitual sincronización en el juego de ataque dio paso en este ocasión a ataques pastosos que casi siempre desembocaban en triples deslavazados en mala posición o penetraciones estériles a canasta. Si bien los deméritos locales fueron incuestionables, el Estudiantes firmó un encuentro antológico donde, salvo en el tercer cuarto, campó a sus anchas con un dominio incontestable para alcanzar su primera final de la Liga ACB.
Con independencia del acierto de su técnico, José Vicente Pepu Hernández, a la hora de plantear las defensas alternativas, tanto en zona como en individual, el conjunto madrileño forjó su dominio en el perfecto equilibrio entre su juego interior y exterior con unos porcentajes espectaculares. Felipe Reyes, muy apagado durante toda la serie, fue un torbellino en ataque favorecido por la desidia de los pivotes locales, mientras que Nikola Loncar impartió un magisterio a la hora de anotar desde todas las posiciones, tanto en penetraciones como en tiros lejanos. El Tau mantuvo la dignidad en el primer cuarto, pero su puesta en escena en el segundo resultó descorazonadora. De inicio, encajó un parcial desfavorable de 0-10 y, con posterioridad, su juego tocó fondo (26-45, minuto 18) con un carrusel de errores ante un rival tocado por una varita mágica.
Sin embargo, el panorama varió radicalmente en la segunda mitad. Como ha sucedido en otras ocasiones, el cuadro de Dusko Ivanovic recurrió a la épica, endureció hasta límites insospechados su defensa amparado en la caldera del Fernando Buesa Arena y desplegó un baloncesto salvaje. Los locales, para quienes la fe en el triunfo constituye un quehacer obligatorio en su trabajo, fiaron su suerte al lanzamiento triple, y más con la cuarta falta de Luis Scola en el minuto 26, al talento de Arvydas Macijauskas y a la garra de Andrés Nocioni. El Tau pareció obrar el milagro (74-72, minuto 34), pero ahí emergió la fortaleza mental de su rival para aguantar el tipo y sellar el pase a la final. Fue tal el desgaste acumulado en las piernas de los anfitriones que llegaron exhaustos y sin fuerzas para afrontar el último acto. Y es que el conjunto vitoriano prescindió por completo de su juego interior y erró en sus lanzamientos exteriores en un final penoso, teniendo en cuenta su exhibición durante la fase regular.
En el momento crucial de la serie ante los madrileños, el cuadro de Dusko Ivanovic fue un grupo desconocido, presa de la ansiedad en ataque y, sobre todo, desangrado por una pusilánime defensa que le incapacitó para plantar cara a los visitantes. Su reacción en el tercer cuarto no fue suficiente en esta ocasión. La habitual sincronización en el juego de ataque dio paso en este ocasión a ataques pastosos que casi siempre desembocaban en triples deslavazados en mala posición o penetraciones estériles a canasta. Si bien los deméritos locales fueron incuestionables, el Estudiantes firmó un encuentro antológico donde, salvo en el tercer cuarto, campó a sus anchas con un dominio incontestable para alcanzar su primera final de la Liga ACB.
Con independencia del acierto de su técnico, José Vicente Pepu Hernández, a la hora de plantear las defensas alternativas, tanto en zona como en individual, el conjunto madrileño forjó su dominio en el perfecto equilibrio entre su juego interior y exterior con unos porcentajes espectaculares. Felipe Reyes, muy apagado durante toda la serie, fue un torbellino en ataque favorecido por la desidia de los pivotes locales, mientras que Nikola Loncar impartió un magisterio a la hora de anotar desde todas las posiciones, tanto en penetraciones como en tiros lejanos. El Tau mantuvo la dignidad en el primer cuarto, pero su puesta en escena en el segundo resultó descorazonadora. De inicio, encajó un parcial desfavorable de 0-10 y, con posterioridad, su juego tocó fondo (26-45, minuto 18) con un carrusel de errores ante un rival tocado por una varita mágica.
Sin embargo, el panorama varió radicalmente en la segunda mitad. Como ha sucedido en otras ocasiones, el cuadro de Dusko Ivanovic recurrió a la épica, endureció hasta límites insospechados su defensa amparado en la caldera del Fernando Buesa Arena y desplegó un baloncesto salvaje. Los locales, para quienes la fe en el triunfo constituye un quehacer obligatorio en su trabajo, fiaron su suerte al lanzamiento triple, y más con la cuarta falta de Luis Scola en el minuto 26, al talento de Arvydas Macijauskas y a la garra de Andrés Nocioni. El Tau pareció obrar el milagro (74-72, minuto 34), pero ahí emergió la fortaleza mental de su rival para aguantar el tipo y sellar el pase a la final. Fue tal el desgaste acumulado en las piernas de los anfitriones que llegaron exhaustos y sin fuerzas para afrontar el último acto. Y es que el conjunto vitoriano prescindió por completo de su juego interior y erró en sus lanzamientos exteriores en un final penoso, teniendo en cuenta su exhibición durante la fase regular.