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FÚTBOL SALA - MUNDIAL DE CHINA TAIPEI

España se proclama bicampeona del mundo en una exhibición de clase ante Italia

La selección española de fútbol sala ha vuelto a escribir con letras doradas una página más en la historia del deporte nacional. Este domingo ha revalidado el título de campeona del mundo en Taiwán tras derrotar en una emocionante final a Italia por 2-1. Los goles de Kike y Marcelo dieron a España una victoria que certifica su supremacía en este deporte a nivel planetario. Los hombres de Javier Lozano han hecho del fútbol sala un arte dominado con genial maestría. Su calidad unida a su táctica han convertido a este equipo en una máquina de ganar.

La selección española de fútbol sala ha vuelto a escribir con letras doradas una página más en la historia del deporte nacional. Este domingo ha revalidado el título de campeona del mundo en Taiwán tras derrotar en una emocionante final a Italia por 2-1. Los goles de Kike y Marcelo dieron a España una victoria que certifica su supremacía en este deporte a nivel planetario. Los hombres de Javier Lozano han hecho del fútbol sala un arte dominado con genial maestría. Su calidad unida a su táctica han convertido a este equipo en una máquina de ganar.

(Libertad Digital)  España está de enhorabuena. Tiene a la mejor generación del fútbol sala mundial. Lo demostró hace cuatro años en Guatemala. Y lo ha vuelto a demostrar en Tailandia. Da igual dónde juegue, en América del Sur, en Europa o en Asia. Son los mejores. Y el Mundial es su campeonato.Se llevó por delante a todos incluida Brasil, los autoproclamados mejores del mundo. La final fue todo un recital de juego, disposición táctica y calidad, aderezado con dos golazos. Javier Lozano, ese técnico que ha llegado a ver hasta un partido de Palestina, lo tiene todo controlado. Los jugadores son piezas perfectamente engranadas.

España tiene un deporte de equipo en el que no hay excusas. No hay arbitrajes que nos dejen fuera. Ni el terreno en mal estado, ni presión ni manos negras. Salen, ganan y se vuelven con el título. Enfrente estaba un equipo durísimo. Debe ser la camiseta italiana porque, sea el deporte que sea y los jugadores que la vistan, todos juegan igual. El patrón de juego es idéntico. Y eso que en fútbol sala salvo un jugador (Zafiro), el resto son brasileños. España salió a por todas, dolida por el encuentro de la segunda fase. A los españoles les bastaba con no cometer errores en defensa para asegurar el cero a cero. El resto dependía del acierto. Pero Italia si hace algo bien es defender. Con la mayor parte del juego en territorio transalpino, España sólo tuvo una ocasión clara de gol en la primera mitad por mediación de Kike pero, a bocajarro, estampó el balón en el larguero con Feller en el suelo.

Los italianos parecían estar jugando el VI Naciones de rugby. Patada a seguir y a que hubiera fortuna en forma de un rechace. Así lo hicieron en la segunda fase y les fue muy bien. Tanto que de los tres tantos, dos fueron en propia puerta. Por eso en todos los saques de esquina y faltas buscaban lo mismo, aunque esta vez no les fue bien. El partido no era bonito. Tampoco vistoso. Era una final y a 40 minutos no hay concesiones. Así acabó la primera mitad y así empezó la segunda. Pero había un jugador por encima del resto que estaba especialmente motivado. Lo estaba porque fue el único en fallar en a tanda de penaltis contra Brasil en semifinales y porque, según confesó, pasó los peores cinco minutos de su vida. Y también porque no estaba al nivel que de él se puede esperar. Ese era Kike.

Fue el primero en avisar en la primera mitad y a los 24 minutos anotó el 1-0 para España. Fue un gol de rabia, un zapatazo desde fuera del área que se coló en la meta de Feller. Lo gritó con ansia, pero rápidamente fue el primero en pedir calma. El título estaba en el bolsillo. El gol sacó del partido a Italia. Tenían que jugar para empatar y no están acostumbrados. Tanto que dejaron huecos y Marcelo lo aprovechó en el minuto 30 para sentenciar. Un golazo, regateando al portero con un sombrero y marcando a placer. Era el triunfo de la calidad. El gol a falta de 30 segundos de Zanetti sólo le dio algo de emoción a un brillante partido.

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