La polémica se intensificó la semana pasada después de que los resultados oficiales confirmaran que la Alianza, respaldada por el gran ayatolá Ali al-Sistani, máxima autoridad religiosa chií de Irak, había logrado la mayoría absoluta en el futuro Parlamento. La nominación de Al-Yafari le perfila como el futuro primer ministro de Irak, encargado de dirigir el país durante este periodo de transición en el que se redactará la Constitución.
Según el calendario político, primero deberá constituirse la Cámara y elegir al presidente y a dos vicepresidentes, que necesitarán el apoyo de las dos terceras partes de la Asamblea. Ese triunvirato designará después al primer ministro, al que encargará la formación del Gobierno.
Al-Yafari estuvo 23 años en el exilio perseguido por Sadam Hussein
Ibrahim al-Yafari cierra así el capítulo más duro de su dilatada carrera política, tras 23 años en el exilio perseguido por el régimen de Sadam Husein. Al-Yafari, líder del partido confesional moderado chií Ad-Dawa (la llamada), nació en 1947 en la ciudad santa chií de Kerbala, a unos noventa kilómetros al sur de Bagdad, en el seno de una familia de clase media acomodada.
Licenciado en medicina por la Universidad de Mosul, su carrera política arrancó en 1966 cuando se afilió al partido Ad-Dawa, fundado nueve años antes por el gran ayatolá Mohamed Baqer al-Sadr para defender los intereses de los clérigos en la ciudad de Nayaf, la más santa para el chiísmo.
Su reputación de hombre comedido, pero estricto, trabajador y decidido le permitió convertirse en el secretario general de la formación y en su portavoz durante la crítica década de los setenta, en la que se escribieron algunos de los capítulos más negros de la represión a los chiíes en Irak.