LD (EFE) Un portavoz de la administración de la región kirguiz de Suzak ha informado a la agencia de noticias rusa Interfax que al menos seiscientos refugiados uzbekos, entre ellos varios heridos, rompieron los cordones policiales en la frontera entre Uzbekistán y Kirguizistán y lograron penetrar en su territorio.
La mayoría de los refugiados son habitantes de la ciudad uzbeka de Andizhán, donde este viernes el Ejército abrió fuego contra un grupo de rebeldes armados apoyados por miles de manifestantes y que antes habían liberado de la prisión local a hasta cuatro mil presos.
El funcionario dijo que al menos seis de los refugiados presentaban heridas de arma de fuego y que los médicos atienden a los heridos mientras los socorristas reparten alimentos entre esos refugiados. Las autoridades uzbekas cerraron la frontera con Kirguizistán y Tayikistán para evitar que en esas repúblicas se oculten parte de los reclusos prófugos y los organizadores de los desórdenes en Andizhán.
El Servicio de Fronteras kirguís informó de que en dos pasos fronterizos entre ambos países centroasiáticos se encuentran hasta cinco mil refugiados uzbekos que pretenden abandonar el país. Los guardias kirguises permitieron la entrada de los refugiados a pesar de el Gobierno de Kirguizistán había cerrado la frontera con Uzbekistán.
En tanto, Saidzhajón Zaynabitdínov, activista del centro humanitario "Apelación", ha denunciado que centenares de civiles fueron asesinados durante el ataque del Ejército uzbeko contra los manifestantes y el grupo de hombres armados. "Los cadáveres fueron evacuados esta madrugada en tres volquetes ZIL, un camión Ural y un autobús, que estaban repletos de cuerpos", afirmó. Una treinta de cadáveres aún yacen en la plaza central de la ciudad, escenario de la masacre.
El Ejército retomó el control de la sede del Ayuntamiento de Andizhán, ocupada por un grupo de hombres armados, tras un asalto durante el cual, según las denuncias, disparó indiscriminadamente contra miles de civiles que se manifestaban en la plaza central. Previamente, los rebeldes atacaron una unidad militar para apoderarse de armas y liberaron a miles de prisioneros de la cárcel local, que ocuparon para liberar a 23 empresarios acusados de actividades terroristas. Sin embargo, sus familiares, apoyados por miles de manifestantes, protestaban desde hace varios días denunciando que la acusación es falsa y que en el trasfondo hay una lucha entre clanes por el control de la economía de la zona.