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EL DELANTERO DESPUÉS DE LA SIESTA, por Víctor Gago

Mariano Rajoy ha vuelto a contar las verdades del barquero con la inspiración habitual para el discurso parlamentario. Su reaparición en el debate sobre la recepción del proyecto de Estatuto de Andalucía deja otro fogonazo de sentido común, que apenas ilumina nada en plena gruta de delirios colectivistas. La duda es si Rajoy se está empezando a sentir cómodo o resignado a vapulear la mentira sólo a tiempo parcial. Hasta su brillante intervención parlamentaria de este martes, sobre el engendro de la soberanía andaluza, el presidente del PP no ha estado últimamente para casi nada.

(Libertad Digital – Víctor Gago) La mayoría social-nacionalista le tiene tomada la medida al líder de la Oposición. Le concede estos ratos de lucimiento para los anales del parlamentarismo, mientras ella empuja "la máquina que sigue adelante", en evocadora metáfora de Gaspar Llamazares, experto donde los haya en máquinas políticas.
 
La refutación del proyecto de "realidad nacional" para Andalucía ha sido radical, exacta e incisiva, como acostumbra el diputado Rajoy Brey.
 
No es una iniciativa para mejorar la calidad de vida de los andaluces, ha explicado Rajoy, sino parte de una empresa política insondable para "cambiar la estructura de la nación, sin que nadie se lo haya pedido ni nadie se explique por qué", le dijo a Zapatero.
 
No representa el acuerdo de los ciudadanos de esta región, sino los intereses de una casta política que ha remitido un proyecto con el menor respaldo de todos los estatutos aprobados por las Cortes desde 1979.
 
No proporciona derechos a los andaluces que la Constitución no les haya garantizado antes, porque "nuestros derechos existen", subrayó, "porque somos ciudadanos españoles, los derechos no corresponden a los territorios, sino alas personas. No se tienen por ser nacionalistas, sino por ser españoles".
 
Lo peor de este "engendro jurídico y constitucionalista", ha señalado Rajoy, es que confirma que el PSOE y el Gobierno de Zapatero han emprendido una reforma de la estructura de España por la vía de los hechos consumados, rompiendo con el consenso constitucional y sin consultar con los españoles. El Estatuto catalán ha sido el "primer paso" para "debilitar al Estado" y "todo sin que nadie se lo pidiera".

Después de Cataluña y Andalucía, el resto del desmontaje irá cayendo por su propio peso, indicó Rajoy, hacia un final que "nadie conoce ya que Usted [dirigiéndose a Zapatero no ha fijado ninguna idea de lo que cree que es España y ha generado una división entre españoles como nunca en los últimos treinta años".
 
Abusando del presidente
 
La superioridad parlamentaria de Rajoy llega a ser abusiva para un Zapatero balbuceante y hueco, que se desploma cuando habla sin chuletas ni apuntadores. Comparar a Rajoy con Zapatero, como parlamentarios, llega a ser un premio inmerecido para el presidente del Gobierno. La sinceridad no puede medirse con la impostura sin resultar desmerecida. El brillo de Rajoy, como parlamentario, descansa en la fuerza de la razón. Sus ideas nacen del sentido común y se expresan con una actitud esencialmente humilde que busca hacerse entender, ser claro y exacto, defender hoy lo mismo que se defendía ayer y  se puede defender mañana, con la seguridad de quien habla desde los principios y no desde el oportunismo por el poder.
 
Su nervio como parlamentario contrasta con el bajo perfil que mantiene últimamente fuera de la Cámara. La política, sobre todo en la oposición, se hace tanto en las Cortes como en la sociedad. Hay diez millones de españoles que le votaron, que no han tenido una referencia de lo que piensa Rajoy sobre la iniciativa de Zapatero de emprender la negociación con ETA, sobre los ataques a las sedes del PP en Cataluña y País Vasco, sobre el acoso judicial y policial a líderes de su partido, o sobre el fracaso de la Política de Extranjería del Gobierno.
 
Su única aparición, en días, antes de este debate parlamentario, había sido una nota de condolencia por el fallecimiento del presidente de la Organización Mundial de la Salud, difundida este lunes por la Oficina de Información del PP. No parece que sea lo que el PP necesita para volver a ser un partido de Gobierno.
 
La tribuna parlamentaria es un buen escaparate para un político brillante como Rajoy, pero el público es escaso y los populares van perdiendo por goleada el partido. En la calle y en los medios de comunicación, nadie se acordará de que ha vuelto a superar a Zapatero. Romario jugaba muy bien después de la siesta, pero el Barcelona de Cruyff ya iba ganando por cuatro a cero cuando él recibía la pelota en el borde del área.

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