L D (EFE) Después de varios días echando boletos para la victoria, Freire ha podido exhibir su enorme potencial para alzar los brazos por segunda vez en esta carrera, algo lejos de la primera en Sarrebruck (2002). En un duelo codo con codo entre campeones, Freire entró en la meta con un tiempo ganador de cinco horas, 18 minutos y 50 segundos. Lo hizo engullido en su propia sonrisa por delante de Boonen, que sigue sin estrenarse en la Grande Boucle . La tercera plaza ha ido a parar a otro español, Iñaki Isasi (Euskaltel Euskadi). Esta vez, los McEwen, Hushovd y Zabel vieron a partir de la quinta plaza la hazaña del ciclista cántabro.
"He arriesgado más que otros días y arranqué de lejos. No sabía si llegaría, pero me encuentro bien, sin problemas físicos y lo he conseguido", señalaba un eufórico Óscar Freire. El corredor cántabro, de 30 años, se ha dedicado a sí mismo la victoria "por los malos ratos pasados". Posiblemente la próxima podría tener como destinatario el hijo que tendrá con Laura, que está a punto de nacer. En su tercer Tour, Freire llegaba con el objetivo de conseguir algún triunfo de etapa que le situara en el camino de la confianza, después de un espinoso camino marcado por las molestias en el isquio, un problema interminable. Este éxito le permite recuperar la sonrisa y soñar incluso con el maillot amarillo, ya que se alza con tercer puesto de la general, y aún quedan etapas para el sprint. Entre el belga y el español se interpone otro campeón mundial, el de contrarreloj, el australiano Michael Rogers.
Final feliz para Freire en la etapa que entraba en Normandía, territorio siempre en el recuerdo de duras batallas del siglo pasado. Los protagonistas y encargados de romper el sopor en el pelotón fueron el francés Samuel Dumoulin -"le petit Sam"-, con sus gráciles 1,59 metros y su amigo alemán Bjorn Schroder, ambos de 25 años y éste último debutante, ganador de una etapa en Tour de Baviera, corredor completo, de buen sprint y vital en el trabajo para Zabel. La cabalgada de este par de valientes que se inició en el kilómetro 38, alcanzó casi los 200 kilómetros, todo un mundo, y en tiempo llegaron a disponer de doce minutos en el kilómetro 76, momento en que se acabó la desidia del pelotón en las carreteras norteñas.
Poco a poco fue agonizando la fuga hasta que expiró a falta de 3,5 kilómetros de meta. El ritmo infernal del Credit Agricole, el Quick Step y el Davitamon, principalmente, no era asumible por Dumoulin y Schroder, que bastante tuvieron con atiborrar a sus patrocinadores de minutos de televisión, que no es poco en este deporte. El punto final de la aventura coincidió con la caída de Egoi Martínez (Discovery Channel), que entraba a 1:17 de Freire y pierde la quinta plaza de la general. Más tarde quien se fue al suelo fue Isaac Gálvez (Balears), que se perdió el esprint. Una pena porque andaba fino de velocidad, y ahora pierde cinco minutos.
Con el pelotón reunido, empezó la guerra táctica, todo el mundo nervioso por coger la mejor posición. Estaba servido un final en masa, donde muchos sprinters aspiraban incluso al amarillo. En medio de la marabunta, y a 300 metros de meta, surgió Óscar Freire, algo inhabitual en el tricampeón del mundo, que siempre prefiere agarrarse a una buena rueda. El cántabro arrancó y no esperó a nadie, se vio con fuerzas y con la potencia que le caracteriza batió por todo lo alto a los mejores "guepardos". Lo hizo además con el obstáculo de llevar el viento de cara. Ni la fuerza de la naturaleza pudo parar al campeón español.
Este viernes se disputará la sexta etapa, de 189 kilómetros entre Lisieux y Vitré. Será otra jornada similar a las anteriores, con perfil ondulado y apta para que los velocistas vuelvan a medir sus fuerzas.
"He arriesgado más que otros días y arranqué de lejos. No sabía si llegaría, pero me encuentro bien, sin problemas físicos y lo he conseguido", señalaba un eufórico Óscar Freire. El corredor cántabro, de 30 años, se ha dedicado a sí mismo la victoria "por los malos ratos pasados". Posiblemente la próxima podría tener como destinatario el hijo que tendrá con Laura, que está a punto de nacer. En su tercer Tour, Freire llegaba con el objetivo de conseguir algún triunfo de etapa que le situara en el camino de la confianza, después de un espinoso camino marcado por las molestias en el isquio, un problema interminable. Este éxito le permite recuperar la sonrisa y soñar incluso con el maillot amarillo, ya que se alza con tercer puesto de la general, y aún quedan etapas para el sprint. Entre el belga y el español se interpone otro campeón mundial, el de contrarreloj, el australiano Michael Rogers.
Final feliz para Freire en la etapa que entraba en Normandía, territorio siempre en el recuerdo de duras batallas del siglo pasado. Los protagonistas y encargados de romper el sopor en el pelotón fueron el francés Samuel Dumoulin -"le petit Sam"-, con sus gráciles 1,59 metros y su amigo alemán Bjorn Schroder, ambos de 25 años y éste último debutante, ganador de una etapa en Tour de Baviera, corredor completo, de buen sprint y vital en el trabajo para Zabel. La cabalgada de este par de valientes que se inició en el kilómetro 38, alcanzó casi los 200 kilómetros, todo un mundo, y en tiempo llegaron a disponer de doce minutos en el kilómetro 76, momento en que se acabó la desidia del pelotón en las carreteras norteñas.
Poco a poco fue agonizando la fuga hasta que expiró a falta de 3,5 kilómetros de meta. El ritmo infernal del Credit Agricole, el Quick Step y el Davitamon, principalmente, no era asumible por Dumoulin y Schroder, que bastante tuvieron con atiborrar a sus patrocinadores de minutos de televisión, que no es poco en este deporte. El punto final de la aventura coincidió con la caída de Egoi Martínez (Discovery Channel), que entraba a 1:17 de Freire y pierde la quinta plaza de la general. Más tarde quien se fue al suelo fue Isaac Gálvez (Balears), que se perdió el esprint. Una pena porque andaba fino de velocidad, y ahora pierde cinco minutos.
Con el pelotón reunido, empezó la guerra táctica, todo el mundo nervioso por coger la mejor posición. Estaba servido un final en masa, donde muchos sprinters aspiraban incluso al amarillo. En medio de la marabunta, y a 300 metros de meta, surgió Óscar Freire, algo inhabitual en el tricampeón del mundo, que siempre prefiere agarrarse a una buena rueda. El cántabro arrancó y no esperó a nadie, se vio con fuerzas y con la potencia que le caracteriza batió por todo lo alto a los mejores "guepardos". Lo hizo además con el obstáculo de llevar el viento de cara. Ni la fuerza de la naturaleza pudo parar al campeón español.
Este viernes se disputará la sexta etapa, de 189 kilómetros entre Lisieux y Vitré. Será otra jornada similar a las anteriores, con perfil ondulado y apta para que los velocistas vuelvan a medir sus fuerzas.