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El compromiso de Ban Ki-moon con la intervención aliada en Irak

El titular de Exteriores surcoreano y futuro secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, es un diplomático marcado por la búsqueda de la paz en la península coreana e impulsor de las buenas relaciones entre Oriente y Occidente. De su actividad política reciente destaca el respaldo de su país a la intervención militar aliada en Irak que se plasmó con el envío de tropas. Además superó la crisis provocada por el vídeo de la decapitación de un traductor surcoreano a manos de los terroristas iraquíes. Mantuvo las tropas en Irak y convenció a la opinión pública de su país, convirtiéndose en uno de los ministros de Exteriores más respetados. Eso fue en junio de 2004, apenas un mes después de la retirada de las tropas españolas, ordenada por Zapatero nada más llegar al poder.

L D (Agencias) Lo recuerda la revista Time. En junio de 2004, un vídeo en el que se veía a terroristas iraquíes decapitando a un traductor surcoreano, conmocionó a Corea del Sur y provocó una ola de rechazo a la presencia de las tropas en Irak. Ban Ki-moon anunció una reestructuración de su Ministerio y la creación de un teléfono de asistencia 24 horas a los surcoreanos en el extranjero, con lo que consiguió apaciguar las protestas. Hoy en día las tropas siguen en Irak, y Ban Ki-moon es uno de los ministros de Exteriores surcoreanos más respetados.

Pese a que siempre defendió que el siglo XXI será el siglo de Asia y el Pacífico, sin embargo, la forja de este diplomático de raza se fraguó en lugares tan variopintos como India, Estados Unidos o Austria, antes de surcar las procelosas aguas de la política de su país, donde, desde 2004, encabeza el Ministerio de Exteriores.

Ban nació el 13 de junio de 1944 y ya desde sus mocedades mostró un gusto por la globalización que después aplicaría en su estrategia política. Así, cuando estaba en el tercer curso de Bachillerato, en 1962, ganó un concurso de oratoria en inglés que le permitió viajar a la Casa Blanca y ver en persona al presidente John F. Kennedy. En ese encuentro y cuando le preguntaron por sus planes de futuro, Ban no pestañeó a la hora de responder: diplomático.

Licenciado por la Universidad Nacional de Seúl en Relaciones Internacionales en 1970 y con un Máster en Administración Pública de la Universidad de Harvard en 1985, Ban ya era un funcionario maduro cuando se adentró en la alta diplomacia. Su primer puesto fue en Nueva Delhi, desde donde pasaría a trabajar en la representación de su país en la sede central de la ONU en Nueva York. Su interés por Estados Unidos se vio recompensado con dos nombramientos como embajador en Washington entre los que medió un interludio entre 1990 y 1992 como director general para Asuntos Americanos en Seúl.

En 1995, su carrera era ya imparable cuando fue promocionado al cargo de viceministro de Planificación Política y Organizaciones Internacionales. Un año después, en tiempos del presidente Kim Young-sam, era nombrado su asesor de Seguridad Nacional y ya entonces se blindó de la energía necesaria para afrontar la especialidad más difícil en la diplomacia surcoreana: las relaciones con Corea del Norte.

Este interés por los belicosos vecinos septentrionales le venía, sin embargo, de largo, pues ya en 1992 ocupó la vicepresidencia de la Comisión de Control Nuclear entre las dos Coreas, puesto sumamente laborioso en esa época en la que ambos países adoptaron la Declaración Conjunta de Desnuclearización de la península coreana. En 1999, mientras era embajador en Austria, Ban fue elegido presidente de la Comisión Preparatoria del Centro de Datos del Tratado para la Prohibición de Pruebas Nucleares (CTBT), organismo que por entonces ya prestaba mucha atención a las entonces soterradas ambiciones atómicas norcoreanas.

Una de las ímprobas tareas que tiene precisamente por delante Ban es tratar de resolver la crisis desatada por Corea del Norte al echar por tierra este 9 de octubre sus últimos compromisos con esa Declaración Conjunta de Desnuclearización, después de realizar su primera prueba nuclear. Para ello contará, gracias a su larga experiencia como diplomático en EEUU, con un gran apoyo de la clase política norteamericana, respaldo que además ha impulsado su postulación al puesto de secretario general de la ONU.

Fue en febrero de 2006 cuando Ban proclamó su candidatura para reemplazar a Kofi Annan al frente de Naciones Unidas a partir del 1 de enero de 2007 y durante cinco años. Esta era la primera ocasión en que un surcoreano pretendía a tal puesto y la segunda en que un asiático accede a la dirección de la Secretaría General, después de que el birmano U-Thant ocupara ese cargo de 1961 a 1971. Algunas voces críticas han subrayado la aparente carencia de carisma político de Ban y su extrema obediencia al poder establecido en Corea del Sur, que podría derivar en conflictos con otros grandes países asiáticos, como Japón o China.

El ministro de Exteriores surcoreano alega en su favor su larga experiencia en asuntos de la ONU, su capacidad de trabajo y, sobre todo, la "integridad" demostrada en estos años en la diplomacia activa. Ban, un cristiano no confesional, consolidó su posición el 2 de octubre pasado para convertirse en el octavo secretario general de la ONU, al acaparar la mayoría de votos y ningún veto de los cinco grandes del Consejo de Seguridad.

Está casado, tiene tres hijos y a lo largo de su trayectoria ha sido galardonado con varios premios en distintos países. Entre esos reconocimientos figuran la Orden al Mérito en 1975 y 1986 en Corea del Sur, la Gran Decoración de Honor concedida por la República de Austria en el 2001, la Gran Cruz de Río Branco que le otorgó el Gobierno de Brasil en 2002, y un premio especial de 2005 por la Sociedad de Corea en Nueva York por su contribución a la amistad entre su país y Estados Unidos.

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