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LA TERCERA VÍCTIMA DEL 30-D ES UN PAPELITO MOJADO, por Víctor Gago

Ya es oficial: el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo es historia. La tercera víctima del 30-D. Por primera vez, el Gobierno reconoce que quiere revisarlo, porque “en el año 2000 había unas circunstancias y hoy, otras”. La vicepresidenta ha gastado un montón de frases rutilantes y huecas (más rutilantes cuanto más huecas) para lustrar la gestión del Gobierno, en la más estricta ortodoxia del pensamiento Alicia teorizado por Gustavo Bueno. Pero no ha tenido más remedio que ser clara en lo que ETA espera exactamente que lo sea.
 
Por primera vez, el Gobierno enseña sus cartas y clausura el pacto antiterrorista firmado el 8 de diciembre de 2000 por José Luis Rodríguez Zapatero y José María Aznar, mientras el PSOE, según se ha sabido, ya hablaba en secreto con ETA.
 
Ha sido este miércoles, durante un desayuno multitudinario ante parte de la élite empresarial, política, judicial y periodística, convocada por Europa Press. El arte del escaqueo, la ambigüedad y la filfa que ha llegado a dominar como nadie este Personaje del Año (para el diario El Mundo) en las conferencias de prensa posteriores a las reuniones del Consejo de Ministros no cuela con la banda terrorista. Lo que se sabía pero no se admitía desde antes de la tregua ya tiene cuño de garantía. El acuerdo más eficaz contra el terrorismo en España ya no existe.
 
Tal prisa le ha entrado al Gobierno tras el 30-D, que la liquidación ha sido rotunda e inequívoca. Quid pro quo. ETA amenaza el martes con volver a repetir el desastre del pasado 30 de diciembre y el Gobierno responde al día siguiente certificando la defunción del Pacto con el PP. A partir de ahora, no más bromas con los plazos de pago. Se acabó el periodo de carencia. Con dos procesos electorales en puertas, el Gobierno no puede permitirse que el sanguinario cobrador del frac vuelva a presentarse ante su puerta.
 
En la lógica seguida por el presidente, de un vínculo desesperado con la banda terrorista, los dos muertos del 30-D son un accidente que tiene arreglo. Por alguna razón, ha decidido apostarlo todo a negociar con ETA y no a derrotarla. Lo que el bombazo de Madrid-Barajas se ha llevado por delante es su doble juego, la ambigüedad, el lenguaje tramposo de pregonar la paz sin explicar dónde está la guerra y cómo quiere conseguirla. Es hora de mostrar las cartas.
 
La primera en quedar boca arriba es la liquidación del Pacto Antiterrorista. La segunda, redoblar la campaña de culpabilidad del PP. Culpables de todo: de no querer la paz, de no dialogar, de ofuscación, de soledad, de existir. Quizá les esté merecido. Acudir diligentes a La Moncloa cada vez que llama la secretaria del presidente, sin conocer previamente la agenda y sin levantar acta de lo que se habla, no les evitará un solo cargo en el proceso de acoso que les espera. Los juicios maoístas también acababan con el reo arrepintiéndose en la plaza pública de su despreciable crimen contra-revolucionario.
 
De la ruptura del Pacto Antiterrorista también hallarán culpable al PP. ¿La propaganda para asearse? Una idea sencillita (en cuestión de mentiras, nunca se han complicado la vida): los tiempos cambian que es una barbaridad.
 
El acuerdo con el PP “se promueve en el año 2000 en unas circunstancias y hoy estamos en 2006, en otras. Hay cosas que son válidas y otras que no”, ha justificado María Teresa Fernández de La Vega. ¿Y qué ha cambiado, según el Gobierno? Lizarra. Ya no existe Lizarra.”Es evidente que el preámbulo del Pacto ya no vale”, ha sentenciado la vicepresidenta. “Ni falta que me importa”, que diría un castizo. ¿Quién necesita Lizarra, teniendo el Tinell y Perpiñán a mano? ¿Para qué aislar al terrorismo y la ideología que lo justifica, pudiendo pactar con ellos el aislamiento de la mitad del país y garantizarnos el reparto del territorio y del poder per secula seculorum?
 
“No acabo de entender muy bien ese afán de pegarse a un papelito”, ha reprochado una impaciente vicepresidenta ante la fidelidad del PP a lo pactado. Un papelito. La derrota de ETA, reducida a un papelito mojado. Mojado en sangre, por supuesto.

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