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DISCURSO ÍNTEGRO DE JOSÉ MARÍA AZNAR

El ex presidente del Gobierno y actual cabeza visible de la Fundación FAES, José María Aznar, ha presentado en Washington el informe elaborado por este think tank español y titulado "América Latina: una agenda de libertad". En un acto en la Universidad de Georgetown, el dirigente español ha insistido en la importancia de las relaciones entre EEUU e Iberoamérica. En este punto, ha invitado a Estados Unidos a alentar la transición democrática en Cuba. La defensa de la propiedad privada y la imposición de un tributo de tipo único son dos de sus recetas para favorecer el éxito de la región.

“HOY, nos hemos reunido para presentar un excepcional trabajo. Este trabajo es el resultado de la cooperación entre muchas personas e instituciones a ambos lados del Atlántico.  Todos ellos comprometidos con la idea de la libertad y con los principios y valores occidentales.
 
Entre estas instituciones he de mencionar con especial gratitud al Instituto Demócrata Nacional y al Instituto Republicano Internacional. Quiero expresar mi más sincera gratitud a Ken Wollack y a Lorne Craner por su apoyo y su cooperación en este proyecto y por estar aquí hoy con nosotros.
 
 Durante meses,  FAES ha organizado visitas de trabajo a distintos países americanos junto con una serie de seminarios impartidos por los mejores expertos. También hemos mantenido debates con las más importantes figuras, tanto políticas como intelectuales, de esta región. Con muchas personas e instituciones que al igual que nosotros creen que la libertad es el motor del progreso.
 
 Todos sus comentarios y contribuciones han enriquecido este trabajo. Sin embargo, la responsabilidad del el análisis político, económico y social de América Latina así como las propuestas incluidas en este documento, es únicamente de FAES.
 
 ¿Por qué presenta FAES un informe sobre América Latina precisamente ahora? Y, ¿por qué lo presentamos aquí, en Washington, con nuestros amigos del NDI y del IRI? Intentaré explicarlo brevemente.
 
 Nosotros sí creemos en los valores occidentales. Estos valores son universales y se basan en el concepto de que la persona es un ser libre y responsable, con una dignidad y derechos fundamentales inalienables que preceden a cualquier sistema político.  La democracia, el estado de derecho, los derechos humanos y la libertad individual son los principios que sostienen a Occidente. O quizá prefieran llamarlo civilización occidental, nuestra civilización.
 
El presente estudio parte de una única y clara premisa: América Latina es una parte importante de Occidente. Y por “Occidente” me refiero al mundo que tienes sus raíces en la tradición greco-romana clásica, que ha evolucionado a través del cristianismo, que ha vivido y se ha beneficiado de la ilustración y que ahora, prospera gracias a la economía de libre mercado. Por ello, Occidente no es una expresión geográfica sino un sistema de valores.
 
Es importante sostener esta afirmación en América Latina, en un momento en el que los enemigos de las sociedades abiertas niegan esta verdad. No debemos olvidar que hay fuerzas que buscan eliminar toda esta región del mundo del progreso y ponerla en contra del resto del mundo.
 
 También creemos que las ideas son importantes. Si no fuese así, no trabajaría en FAES ni tampoco sería profesor en la Universidad de Georgetown. Y también estamos convencidos de que las ideas tienen consecuencias.
 
América Latina: una agenda para la libertad, ofrece algunas ideas para abordar los principales problemas que amenazan e impiden el crecimiento de la región.
 
A pesar de las nubes que amenazan su futuro, creemos que con la fuerza de la libertad y de la democracia, América Latina tienen la capacidad de asumir el lugar que le corresponde entre las principales naciones del mundo.
 
 Unir firmemente a América Latina con Occidente es vital para la supervivencia de la civilización Occidental. Creo, que en estos tiempos, cuando algunos hablan de un distanciamiento transatlántico, este debería ser un interés común, compartido por los Estados Unidos y por Europa.
 
La historia demuestra que América Latina es capaz de alcanzar los niveles de bienestar y de libertad existentes en los países más desarrollados del mundo. No hay, en absoluto, ninguna razón para que los países de América Latina no estén al mismo nivel que las naciones más avanzadas, siempre que entiendan que pueden hacerlo y desarrollen las políticas adecuadas.
 
Ha habido tiempos en los que América Latina se ha apartado de la familia de naciones occidentales a la que pertenece. En ocasiones por conflictos internos, en otras por regímenes autoritarios o, frecuentemente, por prejuicios ideológicos. Pero siempre ha sido una anomalía histórica.
 
Si América Latina está llamada a jugar un papel relevante en el mundo occidental, especialmente sus habitantes, deben comprometerse para conseguir este objetivo.
 
Hoy, América Latina está en una encrucijada. América Latina puede elegir entre dos caminos, y estos, van en direcciones opuestas.
 
Uno, lleva a abrirse al mundo, a la democracia, al respeto de los derechos y libertades individuales y a un fuerte estado de derecho. Este es el camino emprendido por los países con éxito. Este es el camino que lleva a atraer inversiones, a crear empresas, a generar empleo y a reducir la pobreza. Este camino ofrece a las personas oportunidades y esperanza. En resumen, este camino lleva al éxito, al progreso, a la democracia y a la libertad.
 
El otro camino se aleja de la noción de una sociedad abierta, libre y próspera. En las historia, tenemos ejemplos perfectos (la tiranía cubana no es el único caso) de hacia donde lleva. Aquellos que promueven este camino se basan en ideas anticuadas: el populismo revolucionario, el neo-proteccionismo, el racismo entre pueblos indígenas y el militarismo nacionalista. Todas ellas le resultan familiares a América Latina.
 
Representan al “socialismo del siglo XXI”, el sucesor del socialismo que generó miseria y opresión en el siglo XX. Depende de nosotros darnos cuenta de que estas ideas están resurgiendo en América Latina, a pesar del apoyo que reciben los procesos electorales.
 
América Latina necesita democracias estables construidas sobre fuertes cimientos. En este aspecto, es igual que el resto del mundo: el progreso de las naciones libres y prósperas se fundamenta en consensos básicos que se mantienen a lo largo del tiempo. Estos acuerdos conciernen a las normas del juego democrático, a la viabilidad de la alternancia de poder y los principales asuntos políticos y económicos.
 
La garantía de la libertad y la prosperidad reside en un sistema fuerte, instituciones sólidas a las que las personas tengan fácil acceso. Para conseguir estas instituciones, se necesitan unas normas estables y claras y un consenso básico, que todos los poderes respeten. La autoridad debe ser el resultado de aquellas normas que todos han aceptado y no al contrario.
 
Únicamente aquellos países con instituciones fiables consiguen un crecimiento económico y un desarrollo sostenido a lo largo del tiempo. No hay razón para que esto, no pueda conseguirse en América Latina.
 
Creemos que se puede luchar contra la pobreza en América Latina y que no hay ninguna maldición histórica que condene a América Latina a la pobreza y la injusticia. Un desarrollo económico sostenido requiere disciplina macroeconómica. América Latina disfruta hoy de esta circunstancia, pero es sólo uno de los requisitos para las prosperidad.
 
Hay que cumplir con otras condiciones igual o incluso más importantes. Debe existir una legislación que garantice el derecho a la propiedad y el respeto de los contratos. Es más, las economías de los países de América Latina deben estar más abiertas  al mundo ya que genera competitividad, innovación y eficiencia.
 
La seguridad judicial es una condición sine qua non para la prosperidad. Debe garantizarse el derecho de todos los ciudadanos y empresas a la propiedad así como el cumplimiento de todos los contratos firmados libremente, con recurso, si fuese necesario, a tribunales independientes.
 
La expropiación estatal aleja enormemente a los inversores. Si no existen estas garantías, nadie invertirá sus ahorros en un país en el cual sus activos o los de otras personas, han sido expropiados en el pasado. La confianza es una condición para el crecimiento.
 
Los análisis más fiables indican que gran parte de los ahorros generados en América Latina se invierten en EE.UU. y Europa, zonas en las que los tipos de interés son menores y cuyo crecimiento es más lento. Esta elección se basa en la seguridad judicial y en el derecho a la propiedad. En los países desarrollados e impensable que se expropien los ingresos bancarios o no se paguen los préstamos y sería igual de inaceptable que un Estado rompa unilateralmente un contrato.
 
Lo ideal sería llevar a cabo una reforma constitucional e incorporar mecanismos efectivos que obliguen a respetar la propiedad privada y los contratos a la carta magna.
 
No hay duda de que América Latina alcanzó un logro  en los odiados 90: estabilidad macroeconómica. Cualquiera que viviese los setenta y los ochenta, a buen seguro no habrá olvidado los efectos de la hiperinflación, la escasez de mercancía en las tiendas, las crisis bancarias y la repentina devaluación de las monedas que azotaron a las naciones de Latinoamericanas en aquellas décadas. Entre 1970 y el 2000, únicamente Europa del Este tuvo medias interanuales de inflación más altas que América Latina.
 
 En muchos países de América Latina, los regímenes fiscales no fomentan ni la competitividad ni la justicia. Por un lado, los tipos fiscales impuestos a aquellos que pagan impuestos son más altos que en otros economías emergentes. Y por otro lado, se acepta, con mayor o menor resignación, que hay sectores enteros de la economía que operan irregularmente y por lo tanto no contribuyen a financiar los servicios públicos esenciales.
 
Algunos países de Europa central y del este han introducido un tramo único para los impuestos sobre la renta. Este sistema fiscal combinan el tramo único con un mínimo exento y es por lo tanto un impuesto progresivo, aunque sólo modestamente.
 
Se concibió, en principio, como una medida de emergencia para obtener algún ingreso, en países que no tenían ni el más básico sistema fiscal. Más tarde se descubrió que tenía ventajas al aplicarse en economías en desarrollo.
 
No hay ninguna razón para que aplicar este tipo de experiencias en América Latina no tenga ciertas ventajas. Y más especificamente, el tramo único ayudaría a combatir una de las mayores plagas de la región: la evasión fiscal.
 
Del mismo modo, el impuesto sobre el valor añadido se ha introducido con éxito en muchos países latinoamericanos. Este impuesto ofrece ventajas en términos de simplicidad, transparencia y es capaz de generar ingresos  y por ello debería introducirse en toda la región.
 
Un sistema fiscal más simple resultante de estas reformas permitiría a los inspectores de hacienda dejar de prestar atención a la comprobación de las declaraciones de aquellos que pagan impuestos, para centrarse en introducir en el sistema a aquellos sectores que están fuera de el y combatir el posible fraude entre los mayores contribuyentes. Esta es una responsabilidad importante que tiene la elite latinoamericana para promover la cohesión social dentro de sus países y con ello, fortalecer la democracia y las instituciones.
También ayudaría a financiar un Estado sano y fuerte capaz de cumplir con su principal tarea: garantizar los derechos y libertades de los ciudadanos latinoamericanos.
 
El futuro de América Latina está sin duda en manos de los latinoamericanos. Pero también es importante para los países latinoamericanos, que sus socios y aliados trabajen con ellos para asegurarse de que la región asume su papel en la comunidad de países democráticos desarrollados. Este es uno de los principales objetivos del documento que presentamos hay aquí.
 
Las personas se olvidan de que la nación de ciudadanos, el ideal de la nación democrática, es también el ideal de todas las naciones latinoamericanas. Es un principio que une a todo el mundo Occidental.
 
Por ello, estoy a favor de que América Latina establezca lazos más fuertes con los Estados Unidos. También estoy a favor del libre comercio entre América y Europa, en una zona atlántica de prosperidad, abierta al resto del mundo.
 
Existe una rancia tradición antiamericana en América Latina, que intenta culpar a la democracia americana de todos sus males.  No podemos negar que se han cometido errores en el pasado. Pero hoy, las cosas están cambiando, como podrán confirmar el NDI y el IRI.
Los Estados Unidos jugó un papel clave en la aprobación de la Carta Democrática Interamericana en el marco de la Organización de Estados Americanos.  Fue un paso fundamental. 
 
Existe un amplio consenso entre los dos partidos de que los Estados Unidos debe asumir un papel importante a la hora de garantizar el progreso económico y democrático de la región.
 
La libertad y la democracia en Cuba también debe ser un objetivo que trascienda los intereses partidistas. Un objetivo que comparten republicanos y demócratas. Un objetivo que Europa y América podrán alcanzar mejor si trabajan juntas.
 
Este trabajo común debe tener como fin alentar la transición democrática, no apoyar la perpetuación en el poder del actuar régimen dictatorial. Tenemos que ser claros al respecto; el sistema cubano no funciona porque destruye la dignidad y los derechos humanos. Es tanto una cuestión moral como un interés común, que Cuba tenga una transición tranquila de la opresión a la libertad.
 
Creo que reconocer a los disidentes que luchan pacíficamente por la democracia es un deber ético y político.  También es un paso crucial para acelerar la transición tranquila hacia la democracia.
 
El informe que presentamos hoy, América Latina: una agenda para la libertad, sólo trata de señalar que no hay maldiciones históricas. Intenta mostrar que no se le niega nada a América Latina, aunque aún hay mucho trabajo por hacer y no hay atajos hacia la prosperidad. La libertad y el progreso es posible en toda América Latina. Y el éxito llegará si perseveramos trabajando a favor de la ideas de democracia, apertura y libertad.
 
Estamos convencidos de que este proyecto es posible. Nuestras propuestas están recogidas en este pequeño libro. La Fundación FAES sabe que las ideas necesitan de personas comprometidas para llevarlas a cabo y que den fruto. Por ello, estamos decididos a trabajar, junto con nuestros amigos en América Latina y fuera de ella, especialmente con el Instituto Demócrata Nacional y con el Instituto Republicano Internacional para asegurarnos de que las ideas de libertad, democracia y justicia triunfen en todo el continente americano.
 
 Muchas gracias.
 

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