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ANUNCIA SU RETIRADA DE LA VIDA POLÍTICA

INFORME: Blair se va con la Tercera Vía

Quizás sea cierto, como viene insistiendo la prensa británica, que el adiós definitivo de quien ha dirigido las riendas del país en los últimos diez años era el anuncio más esperado por los británicos. Lo que sí es seguro es que era el más deseado por sus correligionarios.  

(Libertad Digital) Desde que el joven líder del Partido Laborista acabara con el ostracismo de su formación y accediera al poder en 1997, muchos son los estados por los que ha atravesado la relación de Tony Blair con su partido, pero muy probablemente el de ahora sea el más difícil de todos ellos. Tanto es así que esta circunstancia marca la salida del autor de esa idea tan fusilada por la política europea, la de la tercera vía o el viraje al centro. Blair dice adiós y con él se va su obra política. 
 
Los rifirrafes con su ministro de Finanzas, Gordon Brown, han ocupado numerosos titulares. Brown es uno de sus primeros compañeros de carrera política, mayor en edad, pero, por esas paradojas de la vida, probablemente sea quien le suceda en el cargo. En el partido, claro. Downing Street queda más lejos. Precisamente, ese enfriamiento popular con respecto a los laboristas que reflejan las encuestas, (sobre todo, tras la intervención de Irak) es el principal argumento que esgrimen sus detractores para criticar la tardanza de su marcha. The Economist, en su edición del 5 de mayo, califica de "incomprensible" el deseo del premier británico de permanecer diez años en el nº 10 (valga la redundancia). Escribe que habría que remontarse al siglo pasado para encontrar un caso similar en la historia nacional; el de Stanley Baldwin, quien se aferró a Neville Chamberlain, después de la abdicación de Eduardo VIII. Lo que se olvidan de apuntar es que a pesar de que los resultados en las urnas no fueran tan masivos como en las dos primeras citas legislativas, Tony Blair obtuvo el respaldo mayoritario de los votantes.
 
Pero la falta de apoyo interno o rechazo explicitó del líder laborista no es el único de los factores que describen su mandato. Su política exterior, como la interior, está plagada de luces y sombras. Entre sus éxitos más brillantes se halla la reciente formación del Gobierno de Unidad en Irlanda del Norte, que pone fin a 30 años de conflicto y abre una nueva era de paz democrática. En 1998, un año después de llegada al poder, se firmaron los acuerdos del Viernes Santo; dos días antes del anuncio oficial de su abandono de la carrera política se sella el pacto entre unionistas (protestantes) y republicanos (católicos) para formar un nuevo ejecutivo. Blair cierra el circulo.
 
El aún primer ministro también puede presumir de que la economía británica ha atravesado durante sus tres mandatos el mayor periodo de crecimiento económico desde la revolución industrial. Londres es la economía más brillante de Europa (a lo que sin duda ha contribuido la crisis y la desaceleración de la economía francesa y alemana). De lo que no podrá alardear es de sus anunciados mensajes de cambio, modernización y reformas sociales. Irwin M.Stelzer asegura en su artículo "Labour's Pain... And, Blair archivement", publicado en el Weekly Standard, que el premier británico  introdujo el vino joven del Partido Laborista en las antiguas botellas del partido.
 
El estado del Servicio Nacional de Salud es francamente precario y no se corresponde con el que debiera poseer una de las mayores potencias económicas el globo. Pese a ello, Blair se ha opuesto intensamente a abrir el sistema sanitario a las fuerzas del mercado, para que puedan mejorar la calidad del servicio y lo sitúen al nivel del grado de desarrollo de Gran Bretaña.
 
Los detractores tampoco se olvidarán de echarle en cara la Guerra de Irak y sus afirmaciones sobre las Armas de Destrucción Masiva (ADM). Fue Gran Bretaña el país que más hizo hincapié en la posesión de las ADM para "vender" ante la opinión pública la guerra y aunque, eso sí, también insistió en la vulneración de la legalidad internacional por parte del régimen de Sadam Hussein y los crímenes contra su pueblo. Sin embargo, los dos últimos argumentos, para algunos, no son lo suficientemente sólidos como para haber borrado del mapa a uno de los sátrapas más sanguinarios e irracionales del planeta.
 
En paralelo, las mentes monocolores le reprochan las buenas relaciones con el Gobierno de George W. Bush. Irak y el atlantismo del que ha hecho gala Blair son los ejemplos más claros de su aportación moral a la política británica. Pese a las críticas públicas y privadas, el primer ministro británico ha mantenido su respaldo a la guerra contra el terrorismo islámico iniciada por la administración norteamericana porque creía que era "the right thing" (lo correcto) y a sabiendas de que le podía acarrear un alto coste popular. En el mundo de hoy, estas actitudes son más que loables.
 
Irak, a su vez, ilustra esa falta de respaldo interno del premier británico. En 2005, el 80 por ciento de los miembros del Partido Laborista se oponían frontalmente al mantenimiento de las tropas en el país árabe. Incluso, su adversario político, el joven conservador David Cameron ha preferido renunciar a sus ideales tradicionales (alianza exterior con EEUU) para intentar sacar un rédito electoral de Irak.
 
Sea como fuere, se cierra una etapa para abrirse otra. Tony Blair se va con 54 años y tendrá que decidir cuál será ahora su futuro. Después de las elecciones de mayo de 2005, surgieron voces que aseguraban que Blair no acabaría el mandato y que solicitaría la presidencia de la Comisión Europea. Pero la crisis por la que atraviesa el Viejo Continente y las últimas actuaciones del líder laborista han rebajado significativamente su euroeuforia. Bruselas no será su destino. Lo mismo sigue la senda de Bill Clinton o José María Aznar . Escribir un libro, crear una fundación ideológica y viajar por el mundo realizando suculentas conferencias. Sea como fuere y viendo la ofensiva mediática a la que está sometido, parece seguro es que su futuro más prospero le espera fuera de Gran Bretaña. Ya lo advierte el dicho: Nadie es profeta en su propia tierra.

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