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Federico Jiménez Losantos

La izquierda recoge la violencia que siembra

En los tebeos de Roberto Alcázar y Pedrín, los héroes, en la pelea final de la aventura, solían arrebatarle la cachiporra al malo y atizarle con ella en la cabeza, mientras sentenciaban: "toma de tu propia medicina". Si la violencia gratuita y las agresiones a plena luz del día, con excusa política o sin ella, no fueran siempre repugnantes, podríamos decir que el "jarabe de palo" administrado al Secretario General de Comisiones Obreras por un "parado en lucha" de Sintel es "justo castigo a su perversidad". Pero nadie merece ser agredido cuando se manifiesta en la calle, nadie tiene derecho a manifestarse en la calle agrediendo a otros y ni siquiera la Izquierda que con demasiada frecuencia utiliza la violencia en la calle y que en cierto modo o de muchos modos recoge lo que siembra, merece ser tratada a palos. Especialmente Fidalgo, que es de lo menos violento e irracional, de lo menos "ferozmente pacifista" del sindicalismo español.

Pero así son las cosas. El que siembra vientos recoge tempestades, y no pocas veces el granizo le cae al que menos culpa tiene. Cuando los partidos de Izquierda y las centrales sindicales llevan tres meses jugando al antibelicismo violento y cuando celebran el Primero de Mayo con dos panfletos dedicados a lamentar la guerra de Irak, pese a que ha terminado hace tres semanas y que ha caído una de las peores dictaduras del mundo, hete aquí que el "por la paz" de UGT y Comisiones se convierte en el palitrocazo en la cabeza al líder del sindicato minoritario, y precisamente por uno de los trabajadores de Sintel, empresa convertida en símbolo de la resistencia callejera ilegal precisamente por la izquierda española más asilvestrada. El acuerdo que, para salvar en lo posible los derechos de los trabajadores de Sintel, logró Fidalgo del Gobierno y de Telefónica, muy superior al de cualquier otra empresa en la misma situación, se lo han agradecido con un trancazo después de mucho rato de insultarle. Así actúa últimamente nuestra izquierda.

No debe extrañarle, de todas formas, este salvaje e injusto comportamiento al "pívot" del sindicalismo español. En siete años de Gobierno del PP se han creado más de cuatro millones de empleos, ha aumentado notablemente nuestro nivel de vida, han disminuido de forma espectacular las bolsas tradicionales de paro juvenil y femenino, se han saneado las cuentas de la Seguridad Social y, en suma, los trabajadores en España están mucho mejor que en 1996. Pues bien, lo último que han hecho las izquierdas a cuenta de la guerra de Irak ha sido asaltar más de trescientas sedes y actos electorales del PP. No pocos de los asaltantes y agresores eran de Comisiones. ¿Moverá a reflexión a Fidalgo, uno de los pocos dirigentes sindicales con probada capacidad de reflexión, la agresión padecida? El cacareado pacifismo de una izquierda que sigue buscando en la calle lo que no logra en las urnas y en la violencia de los piquetes lo que los trabajadores corrientes no aceptan por las buenas en la fábrica ha quedado perfectamente retratado.

En rigor, hemos visto el verdadero rostro de la izquierda española, que precisamente el día que dedica a mirarse al espejo ha salido con dos puntos de sutura. Lo lamentamos por la persona de Fidalgo, que se negó a respaldar la Huelga General de UGT contra la guerra de Irak el día en que había terminado, pero lo sentimos más aún por cuanto demuestra que la izquierda se está acostumbrando a la violencia y a esa droga, como a todas, es muy fácil engancharse pero muy difícil desengancharse. Medítese.

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