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Carlos Semprún Maura

Le joli mois de mai

Este bonito mes de mayo, según las canciones populares francesas, va a ser, como siempre, el mes de los puentes (se trabajará entre diez y quince días), pero también, para los sindicatos, el mes de las grandes manifestaciones y reivindicaciones sociales. Puede que ambas cosas no se compaginen, pues los abnegados militantes se van de puente y no se manifiestan, como ocurrió el 1º de mayo, con sus escuálidos desfiles. Era puente. También es cierto que han elegido la fecha del 13 de mayo (¿en homenaje al golpe de Argel?) para su gran manifestación nacional, ¿para manifestarse masivamente al margen de los puentes o, al revés, para crear un nuevo puente sindical, que se añadiría a los históricos y católicos?

Precisemos que el lema esencial de estas protestas es que no se toque el sistema de pensiones y frenar así los timoratos proyectos de reforma del Gobierno y precisemos asimismo que quienes protestan son los funcionarios, los cuales desfilan con la consigna “¡Que paguen los ricos!”, fingiendo no darse cuenta de que los ricos son ellos. Claro, están apoyados por grupos de izquierda, que se sienten tan embelesados con su presidente Chirac que, para oponerse, como es su obligación, sólo han encontrado esta ocasión de salir a la calle, lo que tanto les gusta, aunque mucho menos que las vacaciones. Al mismo tiempo, en países tan diferentes como Alemania y Austria, pero también en Brasil, la misma lógica contable del ama de casa domina los proyectos de reforma de las pensiones: hay que ahorrar, recortar los gastos sociales improductivos.

En Francia, como en otros países, debido al aumento de la esperanza de vida y a la mala gestión, si las cosas se mantuvieran en su estado actual, todo el sistema de Seguridad Social y de pensiones se vendría abajo en quiebra ansoluta. Entre otras cosas, porque los trabajadores asalariados disminuyen mientras que los jubilados aumentan. Estamos pues ante un abismo y sólo dos soluciones parecen posibles: echarse para atrás, reducir gastos, o avanzar basándose en nuevos criterios, más liberales, permitiendo a cada asalariado elegir el sistema de pensiones que más le convenga.

El gobierno Raffarin ha elegido la peor de las soluciones, la del recorte de gastos. Aunque las negociaciones no han concluido, ni ha votado aún el Parlamento, las propuestas de reforma del ministro de Trabajo, François Fillon, se basan en dos ideas centrales: habrá que cotizar más años, y habrá que nivelar el sector público con el privado, o sea, reducir paulatinamente los privilegios de los funcionarios, los cuales cotizan menos años, tienen mejores pensiones, pagan menos impuestos y, además, se benefician de la seguridad en el empleo, sin despidos ni paro. También se benefician de algo así como esas criminales stock options, prohibidas, hasta hoy, para el sector privado. Todo ello, repito, excesivamente timorato, y hasta los expertos consideran que los ahorros previstos serán insuficientes para colmar el abismo que se avecina inexorablemente. Menester es precisar que cuando se habla de funcionarios se incluye tanto a los altos funcionarios de los ministerios y de la pletórica administración estatal, de los prefectos al último administrativo, como a los carteros o a los ferroviarios, por poner dos ejemplos. No es exactamente los mismo en cuanto a privilegios y salarios, aunque, a su nivel, todos tienen sus ventajas en relación con los trabajadores del sector privado.

Este 5 de mayo es el primer aniversario de la reelección de Jacques Chirac para la presidencia. Yo, simbólicamente, ya que no tengo derecho de voto en Francia, le voté la primera y la segunda vuelta, primero para eliminar a Jospin y luego, evidentemente, a Le Pen. Pues vaya catástrofe ha resultado con este Chirac. Moraleja: la clase política francesa actual es una mierda.


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