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Guillermo Rodríguez

Euforia.com, segunda parte

Una nueva ola de optimismo golpea a las compañías de Internet. Los inversores apuestan otra vez por ellas, desterrando ese pánico hacia todo lo que llevara incorporado el .com que ha definido los últimos dos años. La tantas veces mentada criba que debía discriminar los negocios viables de los que eran puro humo ha concluido. Limpio el patio de elementos perniciosos, los parqués de las principales bolsas del mundo vuelven a recibir con los brazos abiertos a las compañías tecnológicas.

Sobrevivir en el sector durante los últimos tres años ha supuesto un esfuerzo propio de titanes. Porque las puntocom no sólo debían convencer a los posibles clientes de que sí, que su negocio era serio, sino que además tuvieron que enfrentarse al escepticismo, tirria e incluso mofa de los inversores. Los mismos que contribuyeron a crear ilusiones desorbitadas fueron los responsables de acercar a la burbuja la aguja que hizo explotar todo en mil pedazos.
Es cierto que fiascos como los de Webvan, el más sonado y estrepitoso de Boo.com o, aquí en España, el de Ecuality, encendieron la mecha del descreimiento. Pero los mismos (o mayores) desastres se producen todos los días en negocios del mundo real y nadie se rasga las vestiduras.
Y es que este ha sido, precisamente, el principal obstáculo al que se han enfrentado las puntocom. La vara de medir que se les ha aplicado ha sido de un rigidez extrema. O conseguías la rentabilidad el primer año o estabas muerto. Habría que ver cuántas compañías de ladrillo sobrevivirían si se les exigiera lo mismo. "Cuesta 20 años que las cosas funciones por sí mismas”, señaló recientemente Marc Andreessen, presidente de Opsware y uno de los fundadores de Netscape. "Como con la televisión y el PC, al principio la gente no concedió demasiada importancia a la Red. Entonces se produjo el crecimiento de la burbuja y más tarde su colapso. Ahora las personas se están dando cuenta de que Internet está aquí para quedarse y que se están construyendo cada vez más negocios a su alrededor”, añadió con más razón que un santo.
La euforia que puede palparse desde comienzos de año proviene, fundamentalmente, de los buenos resultados presentados por los gigantes de Internet, como Yahoo!, Amazon.com o eBay. La delicada coyuntura económica por la que atraviesa Estados Unidos ha producido la paradoja de que sean precisamente estas antaño ‘apestadas’ las que han salvado la situación en el primer trimestre fiscal de 2003.

A día de hoy, poseer acciones de alguna de estas tres empresas es signo de beneficio casi garantizado. En el primer trimestre de 2003, los títulos de eBay se revalorizaron 32 céntimos (casi el doble que el año anterior), los de Yahoo! ocho y Amazon.com, la más débil en este comienzo de curso, tres céntimos. Pocos hubieran apostado por esta situación hace dos años.

Tan bien marchan las cosas que hasta la compañía informática Apple consigue el más difícil todavía: vender música on line. Recordemos que sus principales competidores son, ni más ni menos, los cientos de servicios en la Red que regalan música. Aunque luchar contra la gratuidad es una aventura casi suicida, la compañía de la manzana ha despachado en apenas una semana un millón de canciones –a 0,99 dólares la unidad– a través de su tienda Itunes Music Store.

Pero existen otros elementos que han contribuido a alimentar este furor que, esperemos, esté más controlado que el de principios de 2000. Por ejemplo, que el 81% de las empresas de tecnologías de la información estadounidenses tengan previsto contratar personal en los próximos meses a pesar de la crisis económica, según revela un estudio elaborado por Deloitte & Touche. O que Barry Diller –leyenda en Hollywood y propietario de negocios como Hotels.com, Match.com y Expedia.com– cerrara el pasado lunes la compra por 716 millones de dólares de LendingTree Inc., una firma de crédito hipotecario por Internet.

Tres años después, los negocios on line salen del oprobio libres de burbujas bursátiles y mentes lúcidas que esperan amasar millones de euros en una semana. El sector, en fin, comienza a madurar.


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