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Juan-Mariano de Goyeneche

Se ve mejor con cualquier navegador

Se acaban de cumplir –lo hemos contado en Libertad Digital– los diez años de vida de la World Wide Web. Su éxito, indudable, ha sido tal que en una suerte de sinécdoque inconsciente muchos identifican Internet y Web como una misma cosa. Pero eso no quita para que se le pueda apuntar también un fracaso importante que en principio, quizá, pasa inadvertido.

Una clave fundamental de la telaraña global que inventó Tim Berners-Lee allá en el CERN era que se pudiera intercambiar y presentar información gráfica y textual entre cualquier tipo de ordenador conectado a Internet, independientemente de cuál fuera éste y del sistema operativo que tuviera. Aunque ahora nos resulte algo natural, hasta ese momento tal posibilidad era inexistente y prácticamente uno debía tener un ordenador y un procesador de textos concreto para cada tipo de documento que recibía.

Con este reto en mente, Berners-Lee definió un sistema de identificadores globales o URIs (las URLs son un tipo concreto de URI) que diera nombre y localización a los recursos, un protocolo de comunicaciones entre los navegadores y los servidores Web con el que pedir las páginas a que hacen referencia los URIs (el protocolo HTTP), y un lenguaje (HTML) que describiera la información de forma que cualquier navegador la entendiera y presentase de acuerdo a las capacidades del ordenador.

Desde entonces, tanto URIs como HTTP se han respetado y mantienen ese carácter universal que permite el entendimiento, pero el HTML se ha ido contaminando con añadidos no estandarizados que solo funcionan en algún tipo concreto de navegador.

Y así fueron apareciendo páginas que atentaban contra ese espíritu fundacional con frases como "Esta Web se ve mejor con Internet Explorer", o "con Netscape" o –¡ya el colmo!– "con la versión X.Y" de tal o cual navegador, y además a una determinada resolución gráfica.

Los que escribían esas páginas no se daban cuenta de que los primeros perjudicados eran ellos mismos: al cabo se encontraban manteniendo la misma información en al menos dos versiones diferentes, una para cada navegador. Trabajo duplicado.

Ahora otros cortan por lo sano: comprueban el navegador que tienes y, si no es el que ellos esperan, muestran una página en blanco. ¡Ni siquiera un mensaje explicativo!

¿No es razonable pensar que cuando alguien pone información en la Web lo hace con la pretensión de que pueda acceder a ella el mayor número de personas? Entonces, ¿por qué sabotear uno mismo ese objetivo? ¿A quién se le ocurriría construir una autopista y después modificarla para que solo los coches de una determinada marca pudieran atravesarla?

Pues combatiendo ese sinsentido se formó la campaña "Se ve mejor con cualquier navegador", donde además de animar a escribir páginas accesibles para todo el mundo enseñan cómo hacerlo.

Los sitios web que se adhieren a la campaña suelen colocar este botón en sus páginas para indicarlo.

Una loable iniciativa para que le Web no pierda definitivamente una de sus mejores cualidades. Veremos si tiene éxito o si acabamos volviendo a –en palabras del propio Berners-Lee criticando este mismo problema– aquellos "viejos malos tiempos, anteriores a la Web, cuando uno tenía muy pocas posibilidades de leer un documento escrito en otro ordenador, con otro procesador de textos o en otra red".

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