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Ricardo Medina Macías

¿Por qué seguimos pobres?

Valdría la pena que algunos obispos y sacerdotes católicos volvieran a estudiar teología. La pobreza no se enfrenta ni con resignación ni con prédicas socialistas, sino defendiendo el maravilloso don de la libertad humana.

Hay una correlación estrecha entre libertad de elección y bienestar económico. Los países con instituciones sólidas que garantizan las libertades de los ciudadanos en todos los ámbitos –desde el sufragio hasta los derechos de propiedad, pasando por la libertad de expresión y de creencias religiosas– son los países con mayor crecimiento económico.

A un teólogo brillante, como Tomás de Aquino, esta correlación no le sorprendería. Se trata, diría, de la comprobación empírica de lo que la recta razón nos indica: la felicidad humana es imposible sin libertad. Y hay bienes materiales necesarios, aunque no suficientes, para alcanzar dicha felicidad.

Sin embargo, para algunos obispos y sacerdotes –que no estudiaron buena teología o ya la olvidaron– hablar de combatir la pobreza mediante la defensa a ultranza de la libertad humana les suena a peligroso y demoníaco “neoliberalismo”. Desconfían de la libertad y preferirían salvar en bloque o en masa a sus fieles, saltándose el riesgoso expediente de la libertad individual. La salvación es un asunto individual, porque es un asunto de libertad.

Lo mismo vale para el bienestar material. La libertad de elección es requisito insalvable para que tal bienestar sea auténticamente humano y no dádiva o chantaje de un déspota o de un sistema dictatorial; dádiva, por cierto, que casi siempre se traduce en mayor pobreza e injusticia.

Se dice, a manera de observación sociológica no comprobable, que la cultura católica se correlaciona con un menor progreso material. Sin embargo, la teología católica auténtica –y su principal exponente, Tomás de Aquino–, otorga a la libertad, a la capacidad cierta y constante de poder elegir entre distintos bienes sin obstáculos externos, un lugar esencial en la economía de la salvación. Nadie se salva contra su voluntad. Nadie prospera sin ser agente libre de su propia prosperidad.

“El hombre se diferencia de todo cuanto existe en el mundo de la naturaleza porque es libre” (“Doctrina Teológica”, Santo Tomás de Aquino, recopilación de Walter Farrell O.P. y Martin J. Healy, ediciones Rialp, Madrid 1962). Una falsa teología católica en el pasado predicó, ante la pobreza, la sufrida resignación. Una falsa teología católica predica en el presente, bajo el equívoco nombre de teología de la liberación –en realidad, marxismo recalentado– el robo legalizado (socialismo) y la envidia (el encono social) como formas de combatir la pobreza.

En ambos casos, los predicadores van contra la verdadera antropología y teología católicas, en las cuales es la libertad lo que nos hace a imagen y semejanza de Dios.

Ni modo, en estos tiempos hasta de teología debe hablarse en los periódicos; ya que algunos clérigos juzgan conveniente usar el púlpito para perorar sobre política internacional o para dar recetas de populismo trasnochado.

Ricardo Medina Macías es analista político mexicano.

© AIPE

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