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Armando Añel

En defensa del ataque

El proceso de paz en Oriente Próximo afronta otra vez el peligro de un estancamiento. Y no precisamente por la intransigencia judía o su afán de ganar terreno a las masas sarracenas. Verdad que Ariel Sharon no parece el mejor acompañante para transitar la Hoja de Ruta, y acaso George W. Bush tampoco lo sea. Verdad que los asentamientos salpican de piedras un camino carente de bifurcaciones. Pero aunque un amplio sector de la opinión pública occidental se empeña en pasar de puntillas sobre la evidencia, no queda otro remedio que reconocerlo: el terrorismo y el fundamentalismo islámicos constituyen el principal obstáculo para alcanzar un acuerdo que liquide, o al menos mitigue, el conflicto árabe-israelí. Algo que viene repitiéndose desde la misma fundación de Israel.

Retornan, a ratos con más fuerza que en el pasado, los atentados suicidas. Un kamikaze palestino acaba de dar de baja a tres soldados israelíes en la tercera embestida contra objetivos judíos en menos de 24 horas. Con anterioridad, otro terrorista hacía estallar su carga ultimando a siete personas e hiriendo a otras veinte en Jerusalén. Y así sucesivamente. El primer ministro hebreo, luego de aplazar su viaje a EEUU, ha ordenado el cierre de Cisjordania y Gaza, y prohibido los traslados entre ciudades. También se acelera la expulsión de los familiares de los suicidas. Todo ello tras la primera reunión entre Abu Mazen y Sharon, que abordó, infructuosamente –tampoco cabía esperar demasiado de este tímido acercamiento–, la puesta en práctica de la nunca peor llamada Hoja de Ruta. Precisamente ahora.

El ascenso al poder del moderado Abu Mazen y la escalada extremista son noticias relacionadas. ¿Por qué cuando chispea una luz en el nebuloso horizonte del conflicto árabe-israelí arrecian las movidas terroristas? ¿Por qué no cederle un puesto –quizá efímero, provisional, pero delimitado– a la negociación? ¿Qué punto de vista se perpetúa tras la cortina de humo de los últimos atentados suicidas? El primer ministro palestino ha hecho pública su intención de proscribir el terror como herramienta de presión sobre Israel, y alguna gente no ve con buenos ojos tanta "cordialidad". Parece como si en el tablero de Oriente Próximo sólo cupiera desarrollar un ajedrez ofensivo, en el convencimiento de que la mejor defensa es el ataque.


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