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Antonio López Campillo

Una resurrección

Los últimos atentados en Arabia y en Marruecos han traído a colación el tema de la posible reaparición del eclipsado Ben Laden y el resurgir del grupo terrorista Al Quaida. Se discute, en los medios de comunicación si ese resurgir del terrorismo es el fruto del deseo de venganza de los musulmanes humillados por el ataque de los EEUU y sus aliados al Irak, o un resurgir de los terroristas de Ben Laden. La primera hipótesis es la conocida tesis de que todo lo malo que sucede en el mundo es el resultado de la agresividad del imperialismo norteamericano, que provoca con sus intervenciones violentas en los países musulmanes, la respuesta terrorista. La segunda, la del resurgir del grupo Al Quaeda, es más tranquilizadora pues esos actos son, simplemente, el producto de un puñado de fanáticos, que reciben ayudas económicas de algunos gobiernos.

Cada una de las dos explicaciones nos da, al mismo tiempo, la posible solución del problema de este terrorismo. En el primer caso bastará con hacer presión sobre el gobierno de los EE UU para que deje de humillar a los musulmanes, y se acaba el terrorismo. En el segundo caso una acción enérgica y conjunta de los gobiernos, occidentales y musulmanes, acabará con esos fanáticos terroristas, ahogándoles física y económicamente.

Puede que el problema sea algo más complicado. Últimamente se han publicado noticias en las que se decía que en todos los países musulmanes, una multitud de imanes influyentes habían hecho llamamientos a la guerra santa contra el mundo occidental en su conjunto, sin hacer distinciones entre los norteamericanos y los otros, pues son infieles. Para esos "consejeros espirituales", cuya opinión tiene mucho peso entre los creyentes, el verdadero enemigo del Islam es la cultura occidental en su conjunto. Por otro lado llegan noticias, pocas, de lo que está sucediendo en el sur del Sudan, en Indonesia, en Nigeria, en Filipinas, y en Argelia por citar los más conocidos. En el Sudan las matanzas de decenas de miles de cristianos y animistas por los musulmanes, han conducido a una guerra civil. En Indonesia la limpieza "religiosa" realizada por los islamistas en el extremo sur alcanza un número que se aproximaba, hace dos meses, a los cien mil. En Nigeria la represión, cruenta, alcanza a todos los animistas y a la minoría cristiana.

En Argelia el FIS (Frente Islámico de Salvación) alcanzo la mayoría en las elecciones de 1991, se anularon las elecciones y en 1992 se ilegalizó al FIS. Desde entonces los islamistas llevan a cabo una guerra civil bajo la forma de actos terroristas; los islamistas argelinos ejecutan a sus compatriotas musulmanes que no les son favorables o son poco fervorosos, hombres, mujeres y niños, del campo y de las ciudades. Él número de víctimas supera las dos mil por año. En Filipinas, la limpieza "religiosa" en algunas islas del sur, es obra de la minoría islámica (6% de la población), pero sigue los mismos cauces y la misma técnica terrorista de los islamistas de otras áreas geográficas.

Del Norte de África a las Islas Filipinas, sin olvidar los Estados Unidos y Europa, el terrorismo islámico tiene los mismos objetivos: las culturas, y religiones, no musulmanas, y los gobiernos musulmanes de tendencia "laica" o moderados. La realidad es que los islamistas son los ortodoxos actuales del Islam. Su movimiento es un "revival" religioso. Creen que la decadencia del Islam es debida al abandono de la ortodoxia, a la tibieza religiosa actual. El fenómeno no es nuevo en el mundo musulmán, recuérdese a los almohades, entre otros. Los islamistas no son una banda de terroristas, son algo más profundo y serio. Descalificar y no querer comprender un movimiento social, religioso o político, es el camino más corto para no saber "con quién se la juega uno".


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