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Víctor Llano

No existen dos bandos

El miércoles 21 de mayo se presentó en la Casa de América de Madrid un estudio que pretende contestar esta pregunta: ¿Qué hacer con un legado de violaciones de los derechos humanos una vez emprendida la transición en Cuba? Según se asegura en el texto, “en vez de caer en la letanía de acusaciones de uno y otro lado, este informe analiza la larga lista de cargos tanto contra el gobierno de Cuba y la oposición violenta, como contra Estados Unidos”. Ya en el título de la tesis encontramos toda una declaración de intenciones: “Cuba, la reconciliación nacional”.

Es más de lo mismo. Cuando Castro se esfuerza en multiplicar sus crímenes, algunos personajes del exilio insisten en hablar de los abusos de ambos bandos y en equiparar a las víctimas con los verdugos, al que ataca con el que se defiende, al tirano, con el héroe que arriesgó su vida por otros. A nadie puede extrañar que en la presentación de este informe se hablara más de los crímenes que perpetró Franco, que de los que aún comete el Coma-andante. De Javier Pradera, Ludolfo Paramio, Luis Yánez y Carlos Malamud, no cabía esperar otra cosa. Quizás por eso se les escogió para presentar un estudio que tiene un apartado cuyo título es el siguiente: “Abusos, delitos o atrocidades cometidos por la oposición violenta y cuestiones que habrá que esclarecer al respecto”.

Mientras la tiranía comunista encarcela, tortura y asesina a los disidentes más comprometidos con la libertad, algunos miembros del exilio se dedican a recordar que también las víctimas cometieron “atrocidades”. Todo les sirve para establecer la existencia de dos bandos y poder hablar de reconciliación. Parece que lo único que persiguen es tenderle una mano a los verdugos y que no paguen jamás por sus crímenes. Su propósito lo disfrazan de buena voluntad y de supuesto pacifismo; sin embargo, no son capaces de señalar con quién se tienen que reconciliar las víctimas.

Los autores del estudio saben que no existe enfrentamiento alguno entre los cubanos que han conseguido huir y los que el tirano utiliza como rehenes. Los que sobreviven gracias a los dólares que les llegan de Miami jamás verán como enemigos a los que les alimentan. Sobreviven gracias a sus familias o amigos, no hay disputas entre ellos, son todos víctimas. Elaborar una tesis que parte de un enfrentamiento que no existe, es hacerle un gran favor a los herederos de la tiranía. Los cubanos del exilio no quieren más violencia, ya han sufrido bastante; pero el peor camino que se puede escoger para evitar un descomunal derramamiento de sangre es el silencio o la impunidad. Los cubanos necesitan de la verdad y de la justicia. Todo lo que no sea eso, se convertirá en innumerables venganzas y en más crímenes.

No existen dos bandos. Es de intelectuales cobardes y tramposos intentar establecer un paralelismo entre los que atacan y los que se defienden. Después de leer el informe que nos ocupa, nos pusimos en contacto con José Cal, cubano exiliado en Madrid que en su día se enfrentó militarmente al régimen castrista. En el estudio se citan algunas de las acciones en las que participó. Cal, lejos de sentir el más mínimo remordimiento, asegura que cumplió con su deber y que está orgulloso de lo que hizo. No elaboró informes subvencionados con dinero de todos y jamás fue invitado por la Casa de América, pero se jugó la vida por sus compatriotas. No necesita que nadie le perdone nada. No insistan.


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