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Juan Manuel Rodríguez

Interés general y despilfarro particular

El famoso crítico cinematográfico Juan Antonio Gómez Angulo acaba de advertirnos, a propósito del "catacrack" económico del fútbol español, que el Estado velará por el "interés general". ¡Bien por el secretario de Estado para el Deporte! Puesto que el Estado somos todos, y no sólo aquellos a los que nos apasiona el fútbol, el que nuestros responsables políticos defiendan el "interés general" sólo cabe interpretarlo en una dirección: no se apadrinará el despilfarro particular de aquellos directivos que han gastado a manos llenas lo que ingresaron por derechos de televisión. Respeto el que los clubes hayan tirado su casa por la ventana, pero no comprendo qué tiene que ver la mía con todo ese lío. Si Gómez Angulo hace una lectura torcida del "interés general" habrá que recordarle que en España hay muchos ciudadanos a los que les importa un carajo el fútbol, y que aquellos a los que les gusta no estarían en absoluto de acuerdo con que "Papá Estado" volviera de nuevo en ayuda de unas sociedades anónimas mal gestionadas. Si algunas S.A. deportivas tienen que quebrar, que quiebren... ¿Qué problema hay?

La Ministra y el secretario de Estado no tienen más que echarle un vistazo a la prensa deportiva para darse cuenta del nivel de responsabilidad de estos caballeros. Llauradó promete fichar a un futbolista titular del Real Madrid (cualquiera de ellos tiene una cláusula de rescisión de contrato nunca inferior a los 5.000 millones de las antiguas pesetas), mientras Joan Laporta asegura que fichará a David Beckham. Por su parte Francisco Roig, candidato a la presidencia del Valencia, manifiesta que él contratará a "dos o tres cracks". ¡Dos o tres!... ¿Con qué dinero? ¿Con el mío? ¿Con el nuestro? Hasta hace un par de días el presidente de la "patronal del fútbol", Pedro Tomás, se negaba a ver la cruda realidad. Ahora reconoce el "delicado momento" por el que atraviesa el negocio del "deporte rey" en España. ¿Debemos pagar nosotros su ceguera? Es de indudable interés general que en nuestros colegios se imparta una educación física de mayor nivel; no lo es en modo alguno que paguemos la cuenta de veinte manirrotos.

Que la Liga de Fútbol Profesional decida libremente qué campeonato y con qué clubes inscritos debe empezar a finales del mes de agosto. Y que el Estado –es decir, todos nosotros– estudie con detenimiento qué peticiones de los clubes se pueden aceptar y cuales no. Pero que de la fiesta de Blas todo el mundo saliera con unas cuantas copas de más no es asunto que deban solucionar los vecinos del susodicho Blas. Y mucho menos los que, sin conocer al señor Blas, no han probado jamás una gota de alcohol.

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