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Germán Yanke

Los pactos de Izquierda Unida

José María Aznar se ha referido a que el socio del PSOE en el Gobierno de la Comunidad de Madrid es, al mismo tiempo, defensor del Plan Ibarretxe y colaborador con el PNV en todos los intentos nacionalistas por defender a Batasuna e impedir la persecución del Estado de Derecho de esa parte de ETA. He escuchado a lo largo de la tarde de este lunes algunas reacciones de dirigentes socialistas y, en todas ellas, dos coincidencias: nadie puede poner en cuestión el empeño del PSOE en la lucha antiterrorista, la referencia de Aznar es una mezquindad impropia de un presidente de Gobierno.

Ninguno de los ofendidos socialistas que han contestado ha dicho, sin embargo, que lo que apunta Aznar es verdad: que su socio en Madrid es socio del PNV en el País Vasco, colaborador necesario en muchas instituciones y colaborador encantado de los planes antidemocráticos del PNV. Deberían empezar por ahí, aunque luego quieran seguir explicando que el PSOE es todo lo contrario de lo que, en la política vasca (que es la española) significa hoy Izquierda Unida.

Más que molestarse, deberían intentar, en todo caso, que IU cambie sus alianzas y su política en materia de nacionalismo y terrorismo como parte de un acuerdo con el PSOE. La mezquindad no es precisamente la de Aznar, que constata una realidad, sino la de esa coalición comunista tan cerca siempre del totalitarismo y la falta de respeto al Estado de Derecho. Más que molestarse porque haya quien pone el dedo en la llaga, es que curen la herida y reconozcan, aunque sea para rectificarlo en privado, que su estrategia les ha llevado a un callejón sin salida. “Todos contra el PP” era el núcleo táctico durante la huelga del 20 de junio, la tragedia del Prestige, la crisis de Irak y la campaña electoral. No han podido con el partido gubernamental y, además, se han visto definitivamente vinculados a quien desprestigia un socialismo moderno y abierto.

En Izquierda Unida, por otra parte, están atontados e, insistiendo en defender lo indefendible, desvarían todavía más. Ahora hay hasta un portavoz que dice que algunos dirigentes del PP no votaron la Constitución. A un lado la mentira que se sostiene sobre esta leyenda, podíamos responder: ¿y qué? ¿Justifica eso que el comunismo quiera ahora cargársela? ¿O lo identifica con la derecha más rancia? Y, sobre todo, ¿por qué la derecha, incluso la recelosa con la Constitución hace 25 años, la defiende ahora mientras la progresía se coloca del lado de los liberticidas?

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