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Pío Moa

Una pequeña confesión

Recientemente escribí a El país esta carta al director:
“En el Babelia del 24 de mayo Santos Juliá, aparte de simplificar infantilmente las tesis de mis libros, escribe: “Pio Moa (…) comenzó “fusilando” a mansalva a Arrarás sobre la Segunda República”. Comprendo que Juliá esté escocido porque en Los orígenes de la guerra civil pongo al descubierto algunas manipulaciones historiográficas suyas, que él no ha podido desmentir. Pero la irritación no le autoriza, o no debiera autorizarle, a escribir lo dicho. Cualquiera que haya leído el libro sabe muy bien que, lejos de “fusilar” a Arrarás, a quien cito pocas veces, lo que “fusilo” por así decir, es, entre otros, los archivos de la Fundación Pablo Iglesias, en cuyos documentos se basa lo principal de la investigación. Pero sin duda Juliá escribe para personas que aún no han leído mis libros, con la esperanza evidente de disuadirles de su lectura.

“Durante cuatro años Juliá y otros han respondido a mis críticas con el silencio. Ahora lo rompen, y sólo se les ocurre salirse con desvirtuaciones así de pobres. Pero la barrera del silencio ha sido ya rota en pedazos. Debieran darse cuenta de ello y optar, de una vez, por un debate serio y razonable, en lugar de estas explosiones de mala leche”.

La carta no fue publicada. En cambio Lluis Bassets, director de Opinión del periódico, me ha contestado: “Le agradezco, ante todo, la pormenorizada y continuada atención que presta usted a mi periódico. Quiero subrayarle, en cualquier caso, que nuestros críticos, que nosotros hemos elegido, tienen plena libertad para ejercer su función, como no puede ser de otra manera en un régimen de libertades –de expresión, de crítica y de empresa– el decidir sobre qué libros van a versar las reseñas aparecidas en el periódico y quiénes son los especialistas encargados de hacerlo. También lo es el elegir cuáles son los temas de debate “serio y razonable” a los que debe dedicar su espacio y sus energías el periódico. En este sentido, nuestro criterio sobre sus (las mías) “aportaciones” a la historia de la guerra civil son exactamente los que ha podido ver reflejados en nuestro periódico. Como ha quedado demostrado y usted sabe perfectamente, hay otros medios y otros espacios donde pueden reflejarse y de hecho se reflejan otros puntos de vista más satisfactorios para usted y más acordes con sus ideas”

Esta mezcla de necedad y arrogancia refleja muy bien todo un estilo, y equivale a una pequeña confesión. Tiene razón don Lluis: nuestros criterios difieren. Según el mío, en un régimen de libertades una persona aludida en un periódico debe poder replicar, tanto por su derecho a defenderse como, más aún, por el derecho de los lectores a una información contrastada. En cambio los Bassets y compañía creen lícito imponer la censura y la manipulación a sus lectores y la humillación a las personas sobre quienes su periódico informa torcidamente. Si no estuviera tan gastado el término, diría que su criterio es fascista.

Hace unos meses El País hizo lo mismo con mi réplica a Tusell, la cual silenció con el mismo talante “democrático” que ahora. Pero no sólo son responsables semejantes “demócratas”. En cierto sentido lo son más los Tusell y los Juliá, que, conociendo estos desmanes, en vez de hacer algo por evitarlos, se aprovechan descaradamente de ellos. Y al obrar así nos ofrecen también una muestra concreta y palpable de sus “métodos historiográficos”.

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