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Carlos Semprún Maura

Marabunta sindical

Un trozo de la calle Daguerre, al lado de casa, está siempre muy animado, porque alternan, muy juntos, cafés, restaurantes y comercios de toda índole, hasta con tenderetes sobre la acera, y los fines de semana acampan los militantes con sus octavillas, su prensa, sus consignas y sus aullidos. Allí se vende aún L’Humanité, portavoz del PCF, pero propiedad del capitalismo privado, TFI y Hachette, principalmente. ¡Los vericuetos de la razón práctica! Desde que vivimos por aquí no han faltado los motivos de jolgorio: apoyo a Irak, apoyo a las manifestaciones contra cualquier reforma.

El domingo pasado un tenderete militante arbolaba una pancarta que ponía: “BUSH: GOEBBELS”. Pasa mi mujer y les suelta: “¡Deberían avergonzarse de escribir tamañas imbecilidades!” Mi mujer es como la pimienta del bolero: ¡Caramba y pica! Con esa mentalidad se endurecen las huelgas y manifestaciones, cada vez son menos, pero más violentos los huelguistas, y en varias ocasiones se han saltado a la torera la legalidad republicana, como cuando el asalto e incendio de cuatro sedes locales de la patronal MEDEF. Al haber sido detenido un militante de la CGT con las manos en la masa –o en la gasolina–, el sindicato comunista protesta contra esa provocación policíaca. Estas operaciones de comando tienen aspectos inéditos, y hemos visto a profesores formando piquetes de huelga duros para impedir que autobuses salgan de sus cocheras.

El 13 de mayo, los manifestantes eran el doble que el 3 de junio, y es probable que sean aún menos mañana 10, otra jornada de protesta prevista. Los transportes, según las estadísticas y el Gobierno, circulan normalmente en un 80% de los casos y a veces más, pero lo malo para los usuarios es que nunca se sabe de antemano cuándo no van a funcionar, y el cabreo aumenta, porque en casi todos los servicios públicos ocurre lo mismo, y muchas escuelas y guarderías están cerradas ¿qué hacer con los niños? Y todo por igual. En privado la gente está que trina, pero por ahora, el descontento no se expresa públicamente.

Hay que precisar que el Gobierno actual no ha cambiado a nadie en los medios de información estatal, que constituyen, desde 1981, y a veces antes, feudos absolutos de la izquierda, PS y PCF, y todos ellos, de manera hipócrita y solapada, alientan las huelgas y manifestaciones. El cabreo ciudadano está totalmente censurado. Resumiendo: si la reforma de las pensiones, cuya aprobación en el Parlamento comienza a discutirse esta semana, pasará, entre otras cosas porque el Gobierno se ha mostrado firme, en cambio, frente al caos de la enseñanza, el mismo Gobierno se ha mostrado confuso y timorato, lo cual alienta la rebelión.

Está claro que los líos van a durar y que, por ejemplo, el bachillerato está en peligro. Si a través de la CGT, el PCF, tan alicaído, espera recuperar fuerzas, el PS se muestra tan incoherente como demagógico. Varios barones socialistas –Michel Rocard, Jacques Delors, Bernard Kouchner, Michel Charrasse, etcétera– han criticado la postura de su partido, y afirmado que si hubieran seguido en el poder hubieran hecho lo mismo sobre las pensiones. François Hollande, con tono displicente, declara que esos señores, que fueron, hace mucho tiempo, dirigentes y hasta ministros, ahora no pintan nada, que el PS tiene una nueva dirección surgida de su último Congreso. ¿Será cretino? Se cree realmente el Primer secretario, sin siquiera darse cuenta de que es un interino.

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