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Fernando Saiz

Sevilla, ¿ministro de Economía?

Los discretos resultados de las elecciones municipales y autonómicas, condimentados con episodios tan chuscos como lo ocurrido en la Asamblea de Madrid, restan al PSOE posibilidades de acceder al Gobierno de la nación en los comicios de 2004. Sin embargo, la hipótesis de victoria socialista no debería ser descartada por completo, teniendo en cuenta que la base electoral del partido ha aumentado y que el PP se enfrenta al proceso de la sucesión de Aznar, tan incierto como un melón sin abrir. ¿Quién sería, en ese supuesto no del todo improbable, el ministro de Economía de Zapatero?

Hace unos meses, un destacado economista del grupo parlamentario socialista me contestó a esa pregunta con una contundencia impropia de un experto en ciencia tan inexacta: “Hay un 95% de posibilidades de que sea Jordi Sevilla”. El antiguo jefe de gabinete de Pedro Solbes es, en efecto, el responsable de Política Económica del PSOE y el látigo que empuña Zapatero para zaherir en el Parlamento al vicepresidente Rato. Con su permanente cara de funeral, Sevilla cumple su función debeladora como portavoz económico de la oposición, pero ¿da el perfil para ser ministro de Economía? Difícilmente. Sus propuestas y contrapropuestas buscan regalar los oídos de los ciudadanos; sin embargo, poco o nada de lo que dice encaja en el retrato-robot ideal de un ministro de Economía, que por encima de todo ha de ser celoso guardián de los caudales públicos.

Examinemos dos ejemplos frescos en la memoria. Sevilla presentó hace unas semanas un plan económico; una especie de macedonia de medidas urgentes. Interrogado sobre el coste económico del plan, el portavoz socialista se adornó con el siguiente y prodigioso apotegma moral: “Lo importante no es el coste del plan, sino que resuelva los problemas”. Más recientemente, Sevilla ha puesto sobre la mesa sus propuestas para afrontar la crucial reforma del modelo de las pensiones, que a medio plazo amenaza ruina. Asombrosamente, las medidas que defiende –que los trabajadores puedan elegir sus quince años de cotización y que se rebajen las cuotas de la Seguridad Social de los asalariados con contrato estable– suponen una amenaza para el equilibrio financiero del sistema. Con planteamientos así de rumbosos, el responsable socialista no va a ganar un concurso de ideas para salvar el modelo de pensiones. En corto: o muta, o el dispendioso Sevilla no sería un buen ministro de Economía. Si acaso, Zapatero debería pensar en él como ministro gastador. ¿Infraestructuras, quizás?


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