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Desde que "Mahatma" Gandhi iniciara en la India un boicot contra el monopolio de la sal que llevaban a cabo los británicos, la selección española de fútbol no ha dado nunca, salvo honrosísimas y aisladísimas excepciones, la talla. Hablamos del año 1930 y ha tenido que llover un montón desde entonces. En aquella ocasión España no consiguió la clasificación para el Mundial de Uruguay. En Italia-34 quedamos eliminados en los cuartos de final y volvimos a quedar fuera del Mundial de Francia-38. En Brasil acabamos en cuarta posición y de nuevo quedamos excluidos de los campeonatos de Suiza y Suecia... ¿Lo mejor? España fue campeona de Europa en 1964 y, de nuevo en la Eurocopa, llegamos a la final del 84 contra Francia. Por lo demás, un verdadero desastre.

Desde que dimitiera Primo de Rivera han pasado por el banquillo de la selección española un total de sesenta seleccionadores: Bru, Berraondo, Quincoces, Zamora, Escartín, Balmanya, Molowny, Santamaría, Suárez, Miera, Clemente, Camacho y ahora Iñaki Sáez... ¡60! Ninguno de ellos consiguió organizar –repito que salvo contadas excepciones– un equipo nacional que nos hiciera disfrutar con su fútbol y que, además del espectáculo, lograra también buenos resultados en campeonatos oficiales. Por tanto resulta muy extraño que, 73 años después del primer Mundial, los españoles sigamos rasgándonos las vestiduras y mesándonos los cabellos con nuestra selección. España es, con los datos en la mano, un equipo esencialmente perdedor. Punto.

¿Estaremos en la Eurocopa de Portugal? Quizás, aunque España ya no depende de sí misma. Y una vez allí nos mandarán para casa en los cuartos de final. ¿Por qué? Porque la selección nacional es una selección depresiva y triste. Ahora volveremos a debatir sobre si Raúl necesitó antes la compañía de Morientes o si Vicente anda demasiado cansado. Es probable que a España le sobrara uno de sus cuatro defensas ante un equipo, el irlandés, que atacaba sólo con un delantero. A lo mejor fue un error prescindir de Michel y puede que Torres tuviera que ser ya internacional absoluto. Eso ahora, pero ¿y los setenta años anteriores? ¿qué nos pasó los setenta años anteriores?

El hecho de que los aficionados españoles sigamos sorprendiéndonos por los paupérrimos resultados de nuestro equipo nacional supone que tenemos una fe a prueba de bombas. Entiendo la indignación argentina o la preocupación alemana... ¿España? ¿Qué ha hecho España a nivel internacional? Sólo una cosa: perder con la cabeza muy alta.


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