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Alejandro A. Tagliavini

El problema de los sin tierra

La miseria y la deficiente utilización de la tierra son dos problemas serios en Brasil. De manera que se impone una "reforma agraria". Ahora, ¿debe ser un cambio violento, quitando a los ricos para dar a los pobres al estilo marxista o debe ser un cambio natural y voluntario dentro del mercado?

Organizadas por el Movimiento de los Sin Tierra (MST), 70.000 familias campesinas acamparon al costado de las rutas, presionando al gobierno para que expropie por la fuerza propiedades rurales y acelere la reforma agraria. Así, el MST inició pocos días atrás una serie de nuevas invasiones masivas en diferentes Estados y planea tomar tierras ociosas, pero con dueño.

"Nuestra militancia campesina trabajó para que Lula fuera elegido, pero no tenemos ilusiones de que el gobierno, por voluntad propia, realice la reforma agraria", afirmó el dirigente Roberto Baggio del MST.

Considerando la alianza de dos décadas con el Partido de los Trabajadores de Lula, lo previsible sería una tregua del MST con el gobierno. Sin embargo: "Nuestra forma de ayudar es presionar y esperamos que el gobierno actúe antes de que la ebullición en el campo se salga de control", añadió Baggio, en tono de amenaza. "Vamos a hacer lo que tenga que ser hecho, pero cuando corresponda", contestó Lula.

La violencia entre los sin tierra, la policía y los paramilitares comandados por los dueños de las propiedades se multiplica. Los asesinatos de campesinos aumentaron el 31%. La miseria, la injusta utilización de la tierra y la violencia que sufren sin duda mueven a compadecerse de los campesinos pobres. Sin embargo, la radicalización de los sin tierra, la desorganización de sus líderes y sus acciones violentas enfriaron la simpatía de los brasileños.

Los grandes terratenientes brasileños adquirieron sus tierras invadiendo áreas del Estado sin fiscalización. Hoy, el 1% de los propietarios poseen 48% de los 90 millones de hectáreas cultivables. En contraposición, hay más de 4,5 millones de familias sin tierra: peones, campesinos golondrina, arrendadores de tierras.

Durante el anterior gobierno, 328.000 familias recibieron tierras. Baggio reconoce que, al mismo tiempo, "desaparecieron 940.000 propiedades de hasta 50 hectáreas". Para el dirigente, la razón es que el modelo agrícola terminó agudizando la concentración de tierras.

Efectivamente, lo que sucede es que las intervenciones coactivas del Estado en el mercado hacen inviables las pequeñas propiedades que terminan siendo vendidas a los grandes propietarios por precios irrisorios. Así, la "reforma agraria" no significa más que un gran negocio para los dirigentes del MST y para los grandes terratenientes que finalmente consiguen tierras a bajos precios. Irónicamente, muchas veces estas mismas tierras les fueron expropiadas a un precio mayor, ganando con la diferencia. Mientras que los pobres campesinos que recibieron las tierras terminan tan empobrecidos como antes, en un círculo vicioso sin fin.

Definitivamente el problema no es de tierra, algo que en Brasil sobra. El problema es que la carga impositiva, las leyes laborales rurales establecidas por el Estado y demás regulaciones hacen inviables los pequeños emprendimientos. Además, los campesinos necesitan crédito, instrucción, acceso a mercados, transporte e infraestructura que en estas condiciones de no rentabilidad son imposibles de conseguir.

Pero las intervenciones del Estado no terminan aquí, sino que han tenido nefastas influencias sobre el medio ambiente. Por ejemplo, durante los años 60, Brasil inició el desarrollo de su selva amazónica. Y el Estado construyó miles de kilómetros de caminos con subsidios, otorgó préstamos baratos a los granjeros y ganaderos e, inclusive, les proveyó transporte gratuito. Los granjeros quemaron los bosques. La agricultura del Amazonas es rentable (comparado con la rentabilidad de mantener los bosques) únicamente debido a los diversos subsidios artificiales. Un estudio encontró que las ventas de ganado cubren solamente el 55% de los costos. De modo que, sin fondos provenientes del Estado y del Banco Mundial, gran parte de la destrucción de la selva amazónica nunca hubiera ocurrido.

La verdadera reforma que se requiere es la disminución del peso y la injerencia coactiva estatal, de modo que el mercado pueda evolucionar naturalmente y los pequeños campesinos prosperen.

Alejandro A. Tagliavini es miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas).

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