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Richard W. Rahn

Suicidio económico

La Comisión Europea adoptó el 3 de junio medidas para “confrontar la dañina competencia en impuestos”. Si eso le parece una contradicción, está en lo cierto. Las medidas de la UE están diseñadas para facilitar el cobro de impuestos a los ahorros, pero en realidad destruirá los pocos ahorros legales que todavía hacen los europeos.

Debido a los niveles confiscatorios de los impuestos europeos, muchos residentes de ese continente han trasladado sus ahorros a Estados Unidos y a otros países con niveles impositivos menos altos. Durante años, muchos economistas y expertos en política económica vienen advirtiendo que los intentos de la UE de ir más allá de sus fronteras para gravar la llamada huida de capitales terminarían en un desastre.

Para comprender el problema, asuma que usted es un ciudadano francés, ahorra 1.000 dólares y recibe un interés de 60 dólares al año (6%). La inflación es 3%, por lo que su ganancia real es de sólo 30 dólares, pero tendrá que pagar un impuesto de 59,7%, o 35,82 dólares sobre esa ganancia de 60 dólares, además del impuesto que significa la inflación. Recuerde que la inflación se debe a que el gobierno imprime demasiados billetes. Así usted termina perdiendo 6 dólares por cada 1.000 dólares que ahorra, lo que quiere decir que la verdadera tasa impositiva es de más de 100%.

La gente pronto se da cuenta que es mejor no ahorrar, por lo que dejan de hacerlo o colocan su dinero en países con tasas impositivas más amistosas. Por ello, la UE no va a recaudar más dinero con esas medidas y sólo logrará que los europeos eludan legal o ilegalmente el pago de impuestos.

Cualquier reducción de la tasa de ahorros en Europa será un verdadero desastre. Casi toda Europa sufre de muy bajas tasas de nacimiento y de poblaciones cada día más viejas, además de incrementos en el pago de pensiones, ayuda social y beneficios médicos. Sin una alta tasa de ahorro no hay manera que los gobiernos puedan hacer frente al gasto social.

Ya es malo que la UE trate de imponer tales medidas a su propia gente, pero además está tratando de hacerlo en países que como Suiza y Liechtenstein no son miembros de la UE, como también en el Reino Unido y Holanda que son países asociados, para los que significaría un suicidio económico.

La UE tiene la audacia de pretender que Estados Unidos apoye esa política suicida y algunos ex funcionarios del gobierno de Clinton estaban de acuerdo en hacerlo.

Los burócratas de la UE se han dado cuenta que si no convencen al resto del mundo para apoyar ese chanchullo, simplemente no funcionará. Pero la realidad es que no hay manera que funcione. Para vender la idea, la UE tuvo que aceptar la inclusión de muchas excepciones, en parte para que los contadores y abogados pudiesen seguir vendiendo sus refugios fiscales a su clientela de millonarios.

No hay manera que la UE convenza a Hong Kong y a otras jurisdicciones. Por lo tanto, el dinero de los delincuentes y terroristas ya no estará en los países bajo custodia de la policía de gobiernos occidentales.

¿Cómo se le ocurrió a la UE tratar de vender una idea tan negativa? Los líderes políticos y burócratas de la “vieja” Europa, por su ansia de poder han estado asfixiando a la economía de sus países con exceso de impuestos y regulaciones. A menudo es difícil para mucha gente liberarse de regímenes opresivos, pero el capital puede huir de la noche a la mañana por vía electrónica. Los viejos controles de capital han fracasado y de repente surgió una competencia en bajos impuestos entre naciones para atraer capital.

Esas medidas destructivas en Europa le han dado a Estados Unidos la oportunidad de retar abiertamente al fracasado modelo europeo. Washington debe dejar claro que Estados Unidos quiere atraer al capital extranjero, al cual protegerá legalmente y le aplicará bajos impuestos. Estados Unidos acaba de rebajar los impuestos a los dividendos y a las ganancias de capital, por lo que Washington debe aclarar que no participará en ningún acuerdo para compartir información diseñada para perjudicar a inversionistas extranjeros.
En 1770, un país europeo trató de imponernos un régimen impositivo destructivo. No lo permitimos y mucho menos lo vamos a permitir ahora, 230 años más tarde.

Richard W. Rahn es miembro de la Sociedad Mont Pelerin. Este artículo fue publicado originalmente en el Wall Street Journal, diario que autorizó la traducción de © AIPE

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