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EDITORIAL

Madrid: el PSOE, entre la pena y la risa

Aun a pesar del acoso y las presiones a que han sido sometidos Tamayo y Sáez durante dos semanas para que renunciaran a sus escaños, el lunes adquirieron plenamente su condición de diputados, condicionando asimismo la distribución de fuerzas en la Diputación Permanente de la Asamblea de Madrid. Y al igual que ocurre en el pleno de la Asamblea, entre 18 diputados del PP y otros 18 de PSOE-IU, será el voto de Tamayo, diputado permanente por el Grupo Mixto que comparte con Sáez el que incline la balanza del poder en un sentido o en otro.

Por ello, ahora más que nunca se hace necesaria la convocatoria de elecciones en el menor plazo posible como único medio de poner fin a la crisis y de evitar que Tamayo y Sáez se conviertan en árbitros de la legislatura y que gocen de todas las prerrogativas –incluidas las subvenciones de la Cámara al Grupo Mixto– propias de los diputados. Toda vez que ni Esperanza Aguirre ni tampoco Rafael Simancas estarían dispuestos a aceptar el apoyo activo o pasivo de los dos diputados rebeldes del PSOE, insistir, como hacen Simancas y Fernández, en que se agote el plazo de dos meses –preceptivo sólo si se presenta alguna candidatura– previsto en el Estatuto para la investidura de un presidente autonómico carece de sentido y perjudica seriamente a la institución que representan.

Por mucho que Simancas y el PSOE intenten hacer cargar al PP con el peso de sus desgracias por medio de insinuaciones insidiosas, de querellas sin fundamento y de acusaciones sin pruebas, lo cierto es que los principales responsables del desaguisado madrileño son el propio Simancas y José Blanco, el responsable de organización del PSOE a quien, por cierto, Zapatero ha encomendado la investigación de los motivos que pudieran albergar Tamayo y Sáez para su traición. El mismo Blanco que paralizó una denuncia formulada por Mamblona contra Tamayo por supuestas irregularidades inmobiliarias.

Es claro que la única esperanza que albergan Simancas y Fernández es que los diputados disidentes renuncien a sus escaños, quedando en tal caso recompuesta la mayoría absoluta que pretendían configurar PSOE e IU. Por eso necesitan todo el tiempo de que puedan disponer para “convencer” a Tamayo y Sáez. Aunque tampoco puede descartarse que PSOE-IU necesiten de ese tiempo para poder intensificar su campaña de insidias y difamaciones contra el PP, para debilitarlo ante la opinión pública.

Si no fuera por la gravedad de las acusaciones sin pruebas que el PSOE ha vertido sobre el PP a cuenta de la defección de Tamayo y Sáez, los desesperados intentos de Simancas –como la propuesta de renovar sobre la marcha el reglamento de la Cámara para impedir que Tamayo y Sáez se beneficiaran de las prerrogativas asociadas al Grupo Mixto– moverían risa, cuando no a compasión. Esa misma compasión que Esperanza Aguirre ha ofrecido a Simancas en la forma de 15 nuevos días de margen –por si los diputados disidentes finalmente son “convencidos” por sus ya ex compañeros de partido– antes de disolver la Cámara y convocar nuevas elecciones. Y esa misma risa que produce oír que Blanco –“el zorro puesto a cuidar las gallinas”, en palabras del Rafael Hernando, coordinador de Comunicación del PP– será el que destape todas las alfombras de la corrupción en el seno de la FSM.

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