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Porfirio Cristaldo Ayala

Seis presidentes y un payaso

La cumbre del Mercosur en Asunción reunió a seis presidentes y un payaso. ¿Quién es el payaso? Varios son los candidatos, pero el que gana de lejos, sin ofender a los payasos, es el venezolano Hugo Chávez. El resto fue más aburrido. Y no se halló, ni se buscó, la fórmula para resurgir el Mercosur. Lo único que podría vigorizar el bloque e impulsar su crecimiento no figuraba en la agenda: el libre comercio.

Los presidentes se divirtieron repitiendo viejos discursos. El más popular no fue Lula, como se esperaba, sino Hugo Chávez, ex golpista fracasado. En sus largas alocuciones dictó cátedra sobre política económica, historia paraguaya y literatura, despotricó contra el colonialismo de Estados Unidos y la globalización, marcó nuevos rumbos para el bloque, propuso la creación del FMI latinoamericano, recalcó su deseo de ingresar al Mercosur y aclaró que el neoliberalismo es el camino del infierno.

Chávez conoce bien el camino del infierno. En Venezuela, la ineptitud de su gobierno provocó una terrible crisis económica. Más del 70% de las familias está a dieta y sólo la mitad de los venezolanos comen tres veces al día. El 20% de los trabajadores está sin empleo y 50% trabaja en el sector informal. La “revolución Bolivariana” socialista arruinó la industria, violó la libertad de prensa y pisoteó los derechos de propiedad. Este año la producción puede caer en más del 15%. A Chávez le espera un referéndum y su aceptación popular es mínima.

Pero si la Venezuela de Chávez puede aportar poco al Mercosur, no es mucho más lo que pueden hacer Brasil y Argentina, con sus gobiernos proteccionistas. El argentino Néstor Kirchner, quien llegó al poder con apenas 22% de los votos, sólo ofrece las fracasadas recetas de la socialdemocracia: dirigismo estatal y proteccionismo. Parece olvidar que el estatismo del socialdemócrata Fernando de la Rúa llevó a la Argentina a la quiebra, el caos y la miseria. No obstante, Kirchner prometió combatir la corrupción, renovar la Corte Suprema, dar en concesión privada las obras públicas, liberalizar el sindicalismo y negociar la deuda con el FMI.

Kirchner y Lula tienen urgentes reformas que hacer, en contra de sus propios partidos. Es casi imposible que en esas condiciones abandonen sus instintos proteccionistas y trabajen por una verdadera liberalización del Mercosur, que es lo que el bloque precisa para salir del pozo. El Mercosur aún no se recupera del colapso causado por la devaluación del real brasileño en 1999 y la suspensión por Argentina de los aranceles comunes en 2001. El desplome monetario y la proliferación de trabas comerciales también arruinaron a Paraguay y Uruguay.

A Chile, el único país sudamericano de economía abierta, no se le dejó aportar nada para mejorar el Mercosur. El populismo del cono sur rechaza el próspero modelo chileno. Y si el presidente Bush persiste en el proteccionismo, “anti-dumping” y los subsidios a la agricultura, tampoco el ALCA –área de libre comercio de 34 países americanos que impulsa Estados Unidos– podrá revivir al Mercosur. Los productos agrícolas, las exportaciones más competitivas del Mercosur, son los más afectados por el proteccionismo de Estados Unidos, que en esos rubros supera al proteccionismo brasileño.

En el maremagno proteccionista, el Paraguay tiene todas las de perder. Es el único país del bloque que para llegar a los aranceles comunes alza sus tarifas medias, perdiendo competitividad y volviéndose más proteccionista, pese a carecer de industrias que “proteger”. En una unión aduanera, la falta de costas sobre el mar es una desventaja insalvable para el Paraguay, por los mayores costos de transporte para sus exportaciones e importaciones, en relación a los otros miembros del bloque.

Paraguay, para impulsar su progreso, debiera no pedir un trato preferencial en el Mercosur, que ahora le arrebató la maquila, ni seguir los consejos estatistas de Hugo Chávez, sino abandonar el bloque como miembro pleno y abrir su economía, bajando sus aranceles a cero, unilateralmente. Al igual que Chile, podrá entonces firmar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, el mayor mercado mundial, y preservar su relación comercial con Mercosur.

El comercio es la fuerza más poderosa para lograr la riqueza de las naciones. Por lo tanto, el comercio debe ser libre, libre de aranceles, trabas burocráticas, subsidios, protecciones e injerencias estatales. La libertad económica pone la prosperidad al alcance de la mano del pueblo.

Porfirio Cristaldo es corresponsal de © AIPE en Asunción y presidente del Foro Libertario.

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