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Aníbal Romero

EEUU y Latinoamérica vuelven la espalda

La actitud de la comunidad interamericana, incluyendo a Washington, hacia la crisis venezolana ha dejado mucho que desear. Sobre todo si tomamos en cuenta lo que la Venezuela democrática, anterior a Chávez, siempre procuró hacer en favor de la democracia en el continente. Durante los años 60, con la "Doctrina Betancourt" Venezuela se convirtió en la primera línea de defensa frente a la amenaza castro-comunista y las dictaduras "gorilas". Washington se apoyó en Venezuela y su régimen democrático como un aliado fundamental en su combate contra la pretensión de concretar "dos, tres, muchos Vietnam en América Latina", tal y como lo pedía el Che Guevara. Un "cordón profiláctico" se tendió alrededor de Castro y sus guerrillas, y la existencia para las dictaduras se hizo incómoda gracias a Venezuela.

Más tarde, en los años 70 y 80, Venezuela se convirtió en refugio para miles de exiliados argentinos, chilenos, uruguayos, brasileños y de otras partes, que hallaron acá acogida, en tanto que sus países se veían sumidos en la guerra civil, el delirio radical y la represión posterior. Venezuela no se contentó con abrir sus puertas y ofrecerles un espacio para desarrollar sus vidas; nuestros gobiernos y los partidos políticos de entonces mantuvieron una línea militante de denuncia contra las tiranías de cualquier signo en el continente, dando ayuda concreta, con presión diplomática y apoyos de todo tipo a las organizaciones y personalidades que se enfrentaban al oprobio sus países.

La historia se repitió en Centroamérica. Nunca se ha valorado lo suficiente el papel clave de Venezuela en la democratización de América Central, en la derrota del sandinismo y de la guerrilla salvadoreña, y sobre todo en el respaldo a los partidos e individualidades que hicieron posible la construcción de la democracia en El Salvador, Nicaragua y Guatemala. Nuestra política exterior fue también de generosidad hacia nuestros vecinos caribeños, en particular a través de la ayuda petrolera.

¿Y qué hemos recibido a cambio, ahora, los demócratas venezolanos? ¿Cómo nos están retribuyendo lo que hicimos por ellos nuestros "hermanos" latinoamericanos y caribeños, en esta hora crítica para la democracia venezolana? ¿Hemos recibido la misma solidaridad militante, la misma inquietud sincera, el mismo apego generoso, la misma posición comprometida, sin dobleces y sin hipocresías?

No lo creo. A pesar de que Venezuela está en manos de la barbarie política, que Hugo Chávez y su régimen representan el descenso hacia la dictadura y posiblemente a un abismo de salvajismo equivalente al de otros casos latinoamericanos en los 70 y 80; a pesar, insisto, de que es obvio que el rumbo que llevamos nos conduce o a la tiranía o a la guerra civil, la reacción de nuestros "hermanos" latinoamericanos, de los siempre oportunistas caribeños, y de Washington, ha sido ésta: hacer lo mínimo necesario para dejar claro que no fueron totalmente ciegos ante el peligro, pero no más. Entretanto, si pueden venderle pollos, o trigo, o aviones de combate a Chávez, ¡bienvenido el negocio! Ni hablar de los "demócratas" de la Comunidad Europea, ocupados de extraer el mayor beneficio posible de la desgracia venezolana antes que estalle el apocalipsis.

Sin menoscabo a los esfuerzos de Gaviria y los discursos del "Grupo de Amigos", a Venezuela y su democracia se les ha maltratado en estos tiempos críticos por parte de muchos que deberían haber mostrado más gratitud y más coraje. Hemos recibido poco a cambio de lo que hicimos en el pasado y es imperativo que una nueva democracia venezolana, después de Chávez, revise las premisas de su política exterior. Se nos pasó la mano en generosidad y no merecía la pena. La tradición bolivariana nos ha obnubilado y hemos perdido de vista que los países pocas veces actúan más que por intereses egoístas. Tampoco cabe esperar demasiado de los partidos políticos, organizaciones y personalidades que tanto recibieron en su momento, en el resto de América Latina, de parte de Venezuela. Su actitud ha sido una mezcla de desdén y miopía.

En cuanto a Washington, es inútil pedir peras al olmo. Una potencia actúa en función de intereses concretos. ¿La utilidad de Venezuela en la lucha contra Castro en los 70? ¿Nuestro papel en Centroamérica en los 80? Eso está olvidado en manos de un Departamento de Estado que en ocasiones da vergüenza. Que ellos se hagan los idiotas. No podemos evitarlo. Lo que sí debemos hacer es tomar nota de lo ocurrido estos años y asumir las lecciones correctas hacia el futuro. Nuestra generosidad fue excesiva, demasiado emocional e infantil. No volvamos mañana a repetir el error.

Anibal Romero es profesor de ciencia política en la Universidad Simón Bolívar.

© AIPE

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