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José Vidal-Beneyto lamenta el proyecto de Constitución Europea, porque según él lo que hace es “radicalizar el economicismo y la opción liberal conservadora”. El País lo aplaude como reacción ante la “globalización despiadada”.

La idea de que el proyecto de Constitución Europea es liberal es un disparate mayúsculo. Todo su texto va en sentido contrario. Si uno quiere ahorrarse el trabajo de leerlo, hay un atajo: mirarle la cara a Valery Giscard d’Estaing: ¿como creer que de ese hombre puede brotar la noción de contener el poder?

Otra forma es ver el eje de las discusiones sobre el texto constitucional: el poder, sólo el poder, y jamás su limitación. Puede que Vidal-Beneyto ansiara un texto aún más intervencionista, que recortara aún más las libertades económicas que él tanto reprueba, pero tal extravío no le autoriza a denunciar un liberalismo inexistente.

El editorialista de El País también desbarra, pero en otro sentido. No delira hablando de un liberalismo invasor, y detecta bien el intervencionismo de los constituyentes europeos. Lo asombroso es la bienvenida que da a la Constitución, que debe servir para “recuperar colectivamente el control político y democrático sobre nuestro propio entorno, que se ha perdido a favor de una globalización despiadada”.

¿Qué clase de disparate es este? Parece como lo del “capitalismo salvaje” –adjetivo, por cierto, que no suele acompañar al socialismo. La globalización, como el mercado y el capitalismo y la libertad, no es despiadada: lo despiadado es lo que sucede cuando no hay globalización. Y desde luego la “recuperación colectiva” que ansía el editorialista sólo puede significar menores cotas de libertad para los ciudadanos. ¿Hay que aplaudir?

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