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Guillermo Rodríguez

Internet decide

Nunca subestimes el poder de influencia que posee Internet. Estés en una pequeña, mediana o gran empresa, la Red puede echar por tierra tu trabajo de varios años sin apenas esfuerzo. Sólo se requieren dos cosas para que te amargue la vida: una página web y una pléyade de usuarios enfurecidos con alguno de tus productos y servicios.

Si se produce este mezcla estás perdido. Pero cuidado, porque también puede suceder lo contrario. Un libro, un grupo de música o un determinado producto electrónico han incrementado sus ventas después de que varios internautas decidieran alabar sus virtudes en cualquier página web que les ofreciera un hueco para escribir.

Los críticos viven momentos difíciles. Su influencia es cada vez menor y han acabado desplazados como consecuencia del poder ejercido por personas anónimas que simplemente publican sus opiniones en la Red. No cobran, no exigen nada a cambio, sólo quieren compartir sus experiencias con los demás. Por eso su fiabilidad es mayor: sus manos no están atadas por influencias externas o compromisos empresariales.

Existen cientos de ejemplos que apuntalan a Internet como un poder más: las revistas especializadas de coches han perdido su capacidad de influencia. Hoy, las personas más perspicaces bucean en los cientos de foros de motor disponibles para conocer las opiniones de otros usuarios sobre la marca de coche que desean adquirir.

Otros, como es el caso de la película Mi Gran Boda Griega, recibieron en su momento un balón de oxigeno procedente de la Red. A los pocos días de su estreno en los cines de Estados Unidos, consiguió escalar a los primeros puestos de las películas más vistas gracias a las buenas críticas que cosechó en varias páginas on line. Recaudó cinco millones de dólares en todo el mundo, un gran éxito para un filme de bajo presupuesto. Se constató que el poder de Internet es similar al que posee el boca a boca. Y es que llega un momento en el que te fías más de un desconocido que del crítico cinematográfico más reputado del país.

Otro ejemplo, éste referido a España: existen pocos internautas que no hayan escuchado las canciones desenfadas y un punto macarras de El Chivi. Su éxito rompió todos los esquemas de las discográficas: no tenía ningún disco publicado, carecía de nombre conocido y, para qué engañarnos, su música no aprobaba el mínimo examen de calidad. Aun así, en Internet se hablaba de él y de sus canciones... la gente acudía a sus conciertos.

Ya hay compañías que han visto por dónde van los tiros y han reaccionado con presteza. Hace meses que la tienda on line Amazon decidió cortar cualquier tipo de inversión en publicidad, ya fuera a través de la radio, prensa o televisión. Ese mismo dinero lo emplea ahora en mejorar sus servicios con el fin de tener a sus clientes contentos. Fue así como nació su exitosa campaña de envíos gratuitos al realizar una compra por importe superior a los 25 dólares. Se trata de una forma indirecta de hacer publicidad.

Incluso en España, que suele ir bastante por detrás de las tendencias que imperan en Estados Unidos, existen varias páginas web dedicadas a publicar las opiniones de sus usuarios sobre películas, libros, programas de televisión y un eterno etcétera. Dooyoo.es lleva varios años dedicándose a mover el pulgar hacia arriba o abajo, actividad similar a la que se dedica Ciao.es. De la Red extranjera destacan Epinions.com, Slashdot, Extremetech.com o Amazon, donde cualquiera puede incluir su reseña sobre los productos que allí se comercializan.

Sin haberlo previsto, las empresas se topan con un problema nuevo: lo primordial ya no es lleva a cabo una buena campaña de publicidad. Más importante, al menos en el cibermundo, es que tus clientes hablen bien de ti.

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