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Jesús Gil y Luis Aragonés se doblaron a palos radiofónicos en la noche del 31 de junio al 1 de julio de 2003. Era lo que ambos estaban buscando desde hace tiempo, liarse a cañazos y mordiscos ante la perplejidad de los aficionados del Atlético de Madrid. Creo que es al torero conocido como "el Guerra" a quien se atribuye aquel pensamiento que, sin él saberlo, retrataba a las mil maravillas lo que acabó por ocurrir en el Atleti: "lo que no pué ser, no pué ser, y además es imposible". No podía ser que Luis siguiera un año más en el banquillo local del Vicente Calderón, y eso a pesar de la ¿marcha? del patriarca de los Gil. No podía ser que Luis continuara entrenando a unos futbolistas a los que aseguró que él no seguiría un año más en esas condiciones. No podía ser que, tras lo dicho por Enrique Cerezo, a los representantes de Luis se les pasara por la cabeza la idea de que el entrenador continuara tan campante. Aquello no podía ser y además era imposible.

¿A santo de qué vinieron entonces los mochazos del otro día? Muy simple, Gil y Luis se tenían ganas y querían decirse en público lo que ya se habían soltado a la cara en privado. Esto es, Gil y Luis utilizaron la radio como terapia de choque. Y me parece que de la sarta de improperios quien salió menos favorecido fue el entrenador. Ha sido la suya una temporada de locos, el lunar más negro de su larga trayectoria profesional. Luis ha ido de bandazo táctico en bandazo táctico y, al contrario de lo que solía suceder con sus equipos, el Atlético empezó mal para acabó mucho peor. Entre todas las cosas que dijo, Luis afirmó que desde que Jesús Gil llegó al Atlético éste "se convirtió en un circo". Un "circo" al que él vino por su propia voluntad en tres ocasiones. ¿Por qué?

Otra cosa es que a Gil continúe sorprendiéndole que los profesionales que él contrata pretendan cumplir a rajatabla lo firmado con anterioridad. Es un asunto insuperable para él desde que, a finales de los años ochenta, pusiera de moda aquello de los "contratos polinómicos" (que les pregunten si no a Juanito o Donato) en los que quería pagar a los futbolistas con pisos en Marbella. Luis Aragonés se irá cobrando "sólo" el cincuenta por ciento del segundo año de contrato. Y la próxima temporada llevará su circo –el suyo y del que él ha sido único responsable– a uno de esos mil clubes de los que, según confesó a gritos a sus jugadores, tenía ya una oferta para entrenar. En Madrid permanecerá sólo la otra mitad del circo hasta que el mejicano decida si quiere o no quiere comprar. Y, si no cambian las cosas, finalmente llegará Goyo Manzano, entrenador y psicólogo. Justo lo que hace falta ahora en esa casa de locos.

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