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Alberto Míguez

Entre el descalabro y la caradura

Andan estos días de visita por estos pagos los presidentes Lula y Kichner. La gira empezó en Londres por invitación de Tony Blair que pretendió concentrar a los progres de la “tercera vía” bajo el ala protectora del laborismo de nueva tendencia. Allí tuvieron ocasión de excomulgar al capitalismo voraz y al neoliberalismo depredador ante un público entusiasta formado por políticos y empresarios un tanto escorados al SM (sado-maso) que es un vicio de moda entre el centro reformista.

Lula vino a garantizarles a los empresarios españoles y, sobre todo, al gobierno de Aznar que todo iba de cine en su país, que las huelgas diarias y cada vez más violentas son nimiedes, que en un pispas logrará controlar la inflación. Y, ahora viene lo bueno, que ha cumplido “casi todos los compromisos asumidos durante la campaña presidencial”, asombrosa afirmación en boca de un líder que acaba de llegar al sillón y que conoce bastante bien la enormidad de la tarea que le espera.

Brasil no es precisamente Dinamarca ni Kuwait. Naturalmente los empresarios pastoreados por José María Cuevas le han prometido que seguirán invirtiendo y confiando en el ex sindicalista. Ya veremos cuánto nos cuestan estas promesas. Porque lo más chusco de estas visitas veraniegas es que los presidentes de Brasil y Argentina vienen aquí a predicar pero no a dar trigo. Les dicen a los empresarios y demás ganado, confíen en mí, lean en mis labios, no les defraudaré. Y algunos se lo creen porque son amnésicos y han olvidado la suerte corrida por las inversiones españolas y las empresas en el cono Sur, salvo en Chile.

Los empresarios españoles en Argentina deberían estar más escaldados que el gato de Baroja que maullaba cuando llegaba el cobrador de la luz. Casi todos se han arruinado empezando por Telefónica y terminando por los grandes bancos. Telefónica acaba de presentar una demanda internacional de arbitraje por las pérdidas multimillonarias sufridas en Argentina. Y aún así, los mismos empresarios que echan espumarajos con Kirchner y sus compadres peronistas y antepasados, aplauden hasta romperse las manos cuando estos dos caballeros les vuelven a contar el cuento de la buena pipa.

Qué manía la de Aznar en convertirse en el padre guardián y en el promotor de los populistas iberoamericanos de todo pelaje y condición. Lo intentó con Chávez al principio y ahí están los resultados. Lo intentó también con Toledo, y Perú está a punto de quiebra. La novedad actual estriba en que el bombero de La Moncloa intenta instruir a Lula y Kirchner con la buena palabra de la austeridad, la lucha contra la corrupción y la inflación como San Francisco Javier hacía con los chinitos. Aquí vale todo: del SM al tocomocho. Y Cuevas con estos pelos.

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