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Ignacio Villa

La respuesta del trillón

La sucesión de Aznar está a la vuelta de la esquina. Nos lo dice el calendario y nos lo dice también la distensión con que el propio jefe del Ejecutivo aborda en público, ya desde hace unas semanas, el interrogante sucesorio. Aznar, que durante muchos meses se ha puesto tenso cuando era preguntado por esta cuestión, ha entrado en una dinámica más inteligente y desde luego más saludable. Ofrecer una imagen tensa y agria en una cuestión de esta trascendencia provoca desasosiego entre su militancia; percibir a un presidente tranquilo y seguro ante una de las grandes decisiones políticas más importantes de su vida transmite tranquilidad. Aznar ha cambiado, se ha relajado y en sus apariciones públicas ofrece una imagen de confianza en la elección del sucesor. Y eso le viene bien al PP.

Es evidente que el verano político que se nos viene encima va a ser el de la sucesión. Comentarios, apuestas, análisis y tertulias no van a faltar en cada rincón de la España en vacaciones. Cuestión central de los corrillos políticos serán las quinielas sucesorias. Pero ciertamente este proceso de sucesión ha llegado prácticamente a su puerto final con uno de los mejores escenarios posibles para los populares. Por un lado, el Partido Socialista deslabazado por sus propios errores, con un Rodríguez Zapatero neutralizado por un defectuoso debate sobre el Estado de la Nación y con un liderazgo interno puesto en duda. Además, hay que reconocer que el Partido Popular ha conseguido llegar al momento crucial de la elección con la gran mayoría de los candidatos a la sucesión en un aceptable estado de revista, algo que en política no es poco. Y por si no fuera suficiente, el PP aterriza en su momento más importante desde el Congreso de Sevilla, con el respaldo de unos consistentes resultados electorales y con unas encuestas con el viento a favor. En fin, un buen panorama para una elección decisiva.

El presidente del Gobierno ha dicho que el sucesor será "buenísimo", que será "mejor que él mismo" y que además todavía "tiene que consultar con Aznar para saber quién es". Tres frases hechas, en las que Aznar no ha ofrecido ninguna pista nueva; es verdad que no ha señalado a nadie con el dedo. Pero nadie podrá negar que el jefe del Ejecutivo respira tranquilo, como si ya tuviera la decisión tomada. Con la impresión de que el sucesor, sea quien sea, ha conseguido llegar a buen puerto. Aznar ofrece ya una imagen de sosiego. No es la pregunta por la sucesión la que vale un trillón, como bromeaba Aznar, sino la respuesta, el nombre del sucesor. Y da la impresión de que ya está escrita, aunque guardada todavía bajo siete llaves. Pero desde luego el presidente del Gobierno transmite, inequívocamente, un estado de ánimo: ¡se ha quitado un peso de encima!.

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