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Alejandro A. Tagliavini

Hacia dónde va México

Es ingenuo creer que con una elección se pueda mejorar sustancialmente la situación de un país, sobre todo en Latinoamérica, donde los intereses creados son fuertemente estatistas. México, que parece no lograr reformas importantes, a pesar de la influencia de su socio del norte, es un claro ejemplo de que las buenas intenciones no son suficientes para ganar elecciones.

El presidente Vicente Fox se ha quedado en un esbozo de lo que prometía en julio de 2000, cuando su victoria electoral puso fin a 71 años de gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI). El impulso renovador de Fox tropezó con la crisis de Estados Unidos, destino del 90% de las exportaciones mexicanas y también con un Congreso dividido que ha paralizado las reformas. Prometió mucho y no hizo casi nada. El lado positivo es que se ha consolidado una alternativa política.

El PRI controlaba 208 escaños de la Cámara baja; la agrupación de Fox, el Partido de Acción Nacional (PAN), 207; el Partido Revolucionario Democrático (PRD), 53; el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), 16, y el resto de formaciones, otros 16 asientos. En el Senado, la situación es similar. Pero todo se complica aún más ya que en las recientes elecciones se ha impuesto el PRI con el 34,4% de los votos. En segundo lugar se situó el oficialista PAN, con el 30,5%, mientras que el izquierdista PRD obtuvo el 17,1% de los votos. La abstención en los comicios para renovar los 500 diputados federales fue del 59%.

El Gobierno reconoce la debilidad económica. Crecer 0,9% en 2002 y 3% en 2003 no son cifras alentadoras. Pero las tasas de interés llevan un año por debajo de dos dígitos, el riesgo-país es inferior a 200 puntos básicos y las cuentas externas son manejables, el déficit por cuenta corriente equivale al 2% del PIB. El 60% de la inversión directa extranjera que fluye a Latinoamérica va a México.

México es el principal receptor de fondos enviados desde Estados Unidos por los inmigrantes, cifra equivalente a las entradas por turismo y exportaciones de productos agrícolas, al llegar al récord de 2.740 millones de dólares en el primer trimestre de 2003, con un crecimiento de 26% comparado con el mismo período del año pasado. Como fuente de divisas para México, las remesas, que ahora representan cerca de 2% del PIB, son superadas sólo por las exportaciones de petróleo (que ascienden a 4.900 millones de dólares) y las ganancias de las maquiladoras, el sector de montaje de productos para exportación (que suman 4.570 millones de dólares).

La oposición dibuja un escenario opuesto. Fox ha elevado el gasto burocrático y ha bajado el gasto en inversión. Entretanto, México perdió 750.000 empleos y la mitad de la población vive en la pobreza.

Así es que el presidente encara la segunda mitad de su sexenio con la expectativa de que su mayor éxito será mantener la dinámica económica y aprobar reformas descafeinadas que no enfaden a la oposición. Los legisladores aprobaron una serie de cambios tributarios inocuos, pero los partidos ven necesario impulsar una nueva ronda de reformas que den al Estado mayores ingresos tributarios, esquilmando al sector privado, el sector productivo, todavía más. El marco legal para el sector bancario, con la excusa de generar una mayor seguridad jurídica para acreedores y deudores, fue endurecido.

Por su lado, el Gobierno desea flexibilizar el rígido mercado laboral, pero eso está pendiente. La apertura al capital privado de la industria eléctrica y la petrolera es una de las aspiraciones del Ejecutivo, que busca así garantizar el suministro energético para los próximos años. La reforma presupuestaria, que desde hace dos años está congelada en el Congreso, busca dar mayor certidumbre a la aprobación del programa anual de gasto público y desarrollar planes plurianuales en algunos epígrafes del presupuesto. La limpieza del sistema judicial busca mejorar el clima empresarial y elevar la seguridad jurídica del país.

En fin, así es como se debate América Latina, con intereses creados de empresarios, sindicatos, burócratas y políticos, que manejan el sistema y hacen imposible reformas importantes en tiempos razonables.

© AIPE

Alejandro A. Tagliavini es Miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas), Buenos Aires.

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