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Lucrecio

El tesoro (no) robado del Museo de Bagdad

Cuando las cámaras de televisión occidentales entraron en Bagdad, las vitrinas de su museo arqueológica aparecieron abiertas y vacías. No fue precisa explicación alguna. En menos de una hora la opinión pública mundial supo lo sucedido: los bárbaros invasores americanos habían saqueado y destruido las milenarias reliquias que, allí celosamente conservadas, constituían uno los mayores tesoros de la humanidad, además del signo de identidad de la nación iraquí.

A nadie se le pasó siquiera por la cabeza que hubiera podo ser de otra manera. Es bien sabido que los americanos odian cultura e historia. Y que no hay más lógica para esos vaqueros analfabetos del midwest que no sea la devastación de todo cuanto suene a tradición o belleza.

Así quedaron las cosas. En la prensa española fue común el alarido. Finísimos análisis de muy reputados hombres de letras se encargaron de diseccionar al bisturí –con unanimidad impensable entre medios periodísticos habitualmente en guerra a muerte– la peculiaridad de ese pueblo sin cultura que sólo aspira a borrar los restos del pasado.

Sabemos hoy, con todo lujo de detalles, cómo fueron vaciadas esas vitrinas. Selma Nawala Mutawalli, devota funcionaria sunnita de Sadam Husein al frente del Museo, dirigió la operación, al frente de sus ayudantes, en vísperas del inicio de la guerra. El informe que acaba de presentar el responsable del nuevo gobierno provisional sobre lo sucedido es aplastante. Mutawalli y su ayudante hicieron empacar en 178 cajas de zinc las 8.000 piezas expuestas en las vitrinas; a continuación, las escondieron en el sótano y las tapiaron. Para dar solemne fin a la operación, ambos juraron ante el Corán no revelar jamás lo sucedido a las fuerzas invasoras.

Han pasado los meses. El mito del saqueo se ha consolidado. No importa que, ahora, el responsable del gobierno provisional haya revelado la historia y la práctica totalidad de piezas importantes hayan sido recuperadas. La prensa europea, al menos, ha dado la noticia, aunque sea en caracteres muy pequeños. Pero puedo apostar a que ningún periódico español hará noticia del desvelamiento del engaño. Tampoco autocrítica acerca de la absoluta falta de profesionalidad con que se aceptó aquella apocalíptica noticia. No se venden periódicos restableciendo la realidad.


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