Menú
Carlos Semprún Maura

Mi barrio (y 2)

Durante más de un siglo, lo que a veces he calificado de “triángulo de oro”, la encrucijada bulevar Raspail / bulevar Montparnasse, con las tres brasseries La Coupole, Le Dôme, y enfrente La Rotonde, constituyen el lugar donde cotidianamente se citaban los más célebres artistas y escritores del mundo. Allí se veía a Picasso o Modigliani, allí se emborrachaban Hemingway y Scott Fitzgerald, allí, en La Coupole precisamente, y para su desgracia, Aragón se enamoro de Elsa Triolet, allí los surrealistas, encabezados por André Breton, organizaron algunos de sus más sonados escándalos. Allí vivía Ionesco, sin más escándalo que su genio.

Luego llegaron los horteras, los “turistas”, y lo echaron todo a perder. Como en Saint-Germain-des-Près, como, geográficamente distante, pero es el mismo fenómeno, Saint-Tropez. Ya no existe esa intensa vida de café, esas tertulias literarias y artísticas, como a finales del siglo XIX, por los años treinta, después de la I Guerra Mundial, o los años 40 y 50, después de la Segunda, cuando París era una capital cosmopolita, más abierta y liberal, que otras capitales. Aún quedan rasgos, recuerdos, supervivientes, pero su excepción cultural chovinista y arancelaria lo está aplastando todo, no sólo el cosmopolitismo, también la creación y la libertad. Claro, si muchos artistas frecuentaron, por olas generacionales sucesivas, los cafés citados, y otros, no todos, vivían y trabajaban en ese perímetro ilustre, vivían y trabajaban cerca, en mi barrio (es el mismo Distrito 14, pero no es el mismo barrio).

Más que el precio de los alquileres, yo pienso que lo que buscaban era tranquilidad, alejarse del mundanal barullo de las brasseries, y de la invasión de los horteras, para instalarse en estas apacibles calles, que tenían un sabor, un color, provinciano. Además, como había muchos artesanos, fácil fue transformar sus talleres, en talleres de artistas. Aquí vivió y trabajó Giacometti, la escultora Germaine Richier, Victor Brauner. Aquí vive y trabaja Zao Wu Ki, y otros. Y un poco más allá, calle de Vaugirard, Lobo, y Luis Fernández. Cuando el discutido escultor Cesar (tiene obras que a mí me gustan), se instaló alée Boulard, a dos pasos de casa, (todo este barrio tiene algo así como diminutos Visos, con senderos bordeados de chalés con jardines asimismo diminutos), como era muy mundano, pese, o a causa de su pinta proletaria, toda la allée Boulard pasó a manos de publicitarios, gentes de la moda, decoradores de postín y, ¡no faltaba más! alguna psicoanalista. Una casita con jardincillo se ha convertido en el lujo más elegante de París. La historia de esta allée Boulard, como de otras semejantes, ilustra la historia de buena parte de este barrio, con la invasión de horteras, burgueses progres que compran Liberation y Le Monde, se manifiestan a favor de Sadam y contra la reforma de las pensiones, y votan PS o Verde.

Hay dos tipos de comercios, de cafés, de restaurantes, como hay dos tipos de calles, quedan bastantes apacibles calles de sabor y color aldeano, con sus bistrots tradicionales, también hay dos tipos de habitantes: los indígenas y los invasores. Los indígenas resisten, pero van perdiendo terreno; los invasores son más ricos, e imponen sus tiendas “bio”, sus panaderías y otros comercios, de lo más caro en París, compran los chalés y remozan pisos y casas. Como ocurre en otros barrios, los invasores ricos son de izquierdas, y los indígenas humildes de derechas, o al menos se declaran apolíticos. Desde luego no es así como presentan las cosas ni Le Monde y Liberation, congelados en su conformismo. No me refiero sólo a este barrio, sino a París. La capital de un estado pletórico tiene plétora de funcionarios, de izquierdas, claro.

Lea también Mi barrio (1)


En Internacional

    0
    comentarios