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Guillermo Rodríguez

Las contradicciones de la SGAE

Nunca he entendido a los ladrones que critican los robos, a los corruptos que abominan de los prevaricadores o a los que detestan la telebasura y no se pierden un programa de Crónicas Marcianas. Y es que hay cosas que no encajan.

Tampoco entiendo a la SGAE. Eso de luchar contra la piratería y beneficiarse indirectamente de ella es algo incompatible. Al menos desde mi punto de vista. No se puede, en fin, lanzar campañas publicitarias criminalizando a quienes compran en la manta y, al mismo tiempo, gravar los CD vírgenes para sacar tajada de la piratería.

No, no se puede. Sobre todo cuando el gravamen es más que discutible. Porque un CD virgen tiene otras muchas funciones distintas a la de copiar el disco de un amigo. Sirve para guardar todos tus documentos cuando formateas el disco duro del ordenador, para almacenar las fotografías que tomas con la cámara digital o para grabar las distribuciones de software libre. También, sí, es muy útil para realizar una copia privada de un disco, algo legítimo según pone de manifiesto la Ley de Propiedad Intelectual española. Son sólo cuatro ejemplos, aunque hay muchos más.

A la SGAE le dan igual todos estos matices. Si se echa un vistazo a las últimas acciones de la asociación, puede descubrirse sin demasiado esfuerzo que lo que más le preocupa es sacar dinero, ya sea buscándolo debajo de las piedras, ya sea exprimiendo los derechos de autor hasta la indecencia. Ningún problema, siempre y cuando lo que se cobre guarde un punto de coherencia. Lo que no sucede con el incremento en el precio de los CD vírgenes.

¿Cómo sabe la SGAE los discos que los internautas se descargan gratis de Internet? No hay forma. ¿Cómo sabe cuántos discos copia alguien de un amigo? Imposible. Y si lo fuera, ¿Cómo sabría exactamente de qué álbum se trata? Porque este matiz es imprescindible para ingresar al artista afectado la cantidad que le corresponde por sus derechos de autor.

La SGAE desconoce todas estas cuestiones. Lo mismo que la utilidad que le da cada comprador al CD virgen que adquiere. Por eso entra como un elefante en un cacharrería: grava a todo el mundo y asunto resuelto.

El incremento del precio, que oscila entre los 17 céntimos y 1,40 euros en función de CD virgen que se adquiera, no es para llevarse las manos a la cabeza. Cierto. Más que el incremento acordado entre ASIMELEC (Asociación Multisectorial de Empresas de Electrónica y Comunicaciones) y los gestores de la propiedad intelectual (SGAE y CEDRO, principalmente), lo preocupante aquí es otro asunto: la contradicción.

La SGAE ha lanzado diversas campañas subrayando que piratear es perjudicial para el sector. Incluso ha tirado por la calle del Apocalipsis vaticinando el fin de la música si el cáncer dela piratería continúa propagándose. Argumentos contradictorios si al mismo tiempo se aprovecha de los réditos que genera la piratería, aunque sea de forma indirecta.

Toda la campaña de concienciación parece ahora un farsa, una mentira. Lo malo es que no es una situación nueva. Muchas discográficas se lamentan de que la piratería está perforando su cuenta de resultados al tiempo que se benefician de la copia ilegal de discos con la comercialización de grabadoras de CD.

Cuando menos contradictorio.

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