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Andrés Freire

Florentino y el central

Un antiguo jefe me insistía siempre: “Cuenta de resultados, en una empresa todo lo que no se refleje en la cuenta de resultados es filosofía pura”. Florentino Pérez, un gran empresario, parece ser de la misma opinión y su gestión en el Real Madrid –él mismo lo reconoce– tiene por objetivo la creación de una sólida y enorme empresa. En mi opinión, se equivoca.

El objetivo de una empresa, de cualquier empresa, es ganar dinero. El Madrid, empero, sigue siendo un equipo de fútbol, y su objetivo principal no es la cuenta de resultados, sino la clasificación. La fortaleza económica es imprescindible para conseguir y conservar los mejores jugadores del mercado, pero es un medio y no el fin de la sociedad Real Madrid. Florentino Pérez, quizás por su formación empresarial, parece que lo olvida a veces.

Considérese, por ejemplo, el anuncio del fichaje de Beckham una semana antes de que terminara la Liga. Jorge Valdano lo justificó diciendo que la rumorología y la presión hacían imposible retener por más tiempo la bomba informativa. Los periodistas, excitados por el fichaje, no le presionaron para que diera una excusa mejor. Los que somos malpensados nos percatamos de que tenía que haber una buena razón para escoger tan mal momento. Esa razón sólo podía ser que David Beckham partía en esas mismas fechas en gira promocional por Asia, y anuncio del fichaje ponía su nombre en el candelero en el momento más necesario. Es una vieja táctica del marketing, que aplica cualquier folclórica que anuncia nuevos amores al tiempo que saca un disco. Esto corrobora que, en el caso de Beckham, las motivaciones deportivas han sido supeditadas constantemente a las económicas.

Y qué decir del conocido rechazo de Florentino Pérez a fichar centrales. Los jugadores defensivos no son “mediáticos”, nos explican. Es cierto: los centrales no venden camisetas, sólo ganan partidos. Pocos puestos hay más decisivos en un equipo que el del central, y el boquete defensivo del Real Madrid es conocido en todo el fútbol europeo. Esa debilidad es una cortesía de la dirección madridista para con sus todos rivales.

Es muestra del prestigio de Florentino el que una decisión así no haya provocado una tormenta de críticas en los medios deportivos. Es caprichosa, arbitraria, suicida incluso. Y es, sobre todo, una demostración de su pérdida de perspectiva, que le lleva a olvidar que el objetivo de un equipo de fútbol no es vender camisetas ni ampliar mercados, sino ganar partidos. Y que si no gana partidos, adiós prestigio, adiós renombre, y adiós camisetas.

Florentino Pérez, con sus tácticas, ha conseguido que la marca “Real Madrid” haya incrementado exponencialmente su reconocimiento en nuevos e importantes mercados. Lo que yo me pregunto es qué asociaciones hacen ahora los aficionados del fútbol mundial cuando escuchan “Real Madrid”. Me malicio que si antes lo asociaban a orgullo, a raza, a pasión, ahora lo hacen a prepotencia y soberbia. Acaso las camisetas vendidas en Asia han hecho olvidar que el principal cliente de la marca Real Madrid, a quien hay que mimar con esmero, es aquel que compra las entradas los domingos. No vive en Tokio, sino en Chamberí. Y nunca, nunca, le han gustado los jugadores glamourosos y encoletados.


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